El coco es el Banco Santander. Y lo comido es el Banco Popular, claro. El coco en finanzas se denomina “CoCo” o bono contingente convertible, que es una emisión híbrida con características de deuda perpetua (pagan un interés al inversor) y capital (tienen capacidad de absorción de pérdidas). Popular, forzado por la necesidad de reforzar sus fondos propios consumidos por las pérdidas y provisiones arrastradas desde el estallido de la burbuja, había emitido CoCos en dos ocasiones: 750 millones de euros en febrero de 2015 pagando un interés del 8,25% y otros 500 millones en octubre 2013 con cupón del 11,5%. Un high yield en toda regla, vamos. Ambas emisiones debían pagar cupón este julio próximo y el mercado descontaba que era muy probable que no lo hicieran (poco antes de la intervención, esos bonos cotizaban por debajo del 50% de la par). Habría sido un default en toda regla con la consecuencia automática del cierre de las pocas vías de financiación que le quedaban a un agónico Banco Popular.
Sin liquidez
Popular no iba a pagar los cupones de sus CoCos emitidos porque no tenía liquidez ya que se la habían llevado los clientes al no confiar en su solvencia. Sólo le quedaba el BCE quien, para sorpresa de todos, hizo lo que nadie esperaba: llevó a cabo el primer experimento de aplicación del Mecanismo Único de Resolución (MUR) de la Unión Europea, equivalente al FROB español, y dictaminó lo siguiente:
- debido al “deterioro significativo de la situación de liquidez del banco (…)”
- “en un futuro próximo habría sido incapaz de pagar sus deudas u otros pasivos (entre otros pasivos se refería al dinero de los depositantes) cuando llegaran a su vencimiento” (el más cercano era el pago de interés de CoCos)
- “el banco estaba en proceso de quiebra o probablemente iba a quebrar…”.
Solución inesperada
Fue, como digo, una sorpresa. Hacia pocos días, Bruselas había enchufado la respiración asistida al Monte dei Paschi permitiendo la entrada del Estado italiano en su capital. La justificación fue que la entidad italiana todavía era viable y sólo necesitaba una recapitalización preventiva. ¿Juegos contables o voluntad política – Draghi es italiano -? No lo sé, pero en el caso de Popular, el hecho es que la decisión tomada ha comportado su total desaparición. Un servidor, explicando el declive del que fuera el banco más eficiente de Europa, escribía en este blog hace poco más de un mes que la cotización de Popular era binaria : o bien valía mucho más de lo que cotizaba o bien no valía nada en absoluto. Ha sucedido esto segundo, aunque nunca pensé que ello comportaría la extinción total del banco.
El motivo de este trato diferencial es justificado por el BCE con la explicación de que “el banco estaba quebrando, no había soluciones del sector privado fuera de la liquidación y no había ninguna medida de supervisión que hubiera evitado la quiebra”. No está mal como argumento. Sucede que el BCE sabía que nadie (Santander y BBVA como principales candidatos) quería comprar el Popular por un procedimiento convencional (ampliación de Popular y, en su caso, OPA), pues no daban credibilidad a las cuentas que se les presentaban por parte de sus directivos y consideraban la operación como excesivamente arriesgada para los potenciales beneficios a obtener.
Parte de daños
La resolución del Popular se llevó a cabo durante una noche en blanco, entre el cierre de los mercados del martes 6 y la apertura del mercado del 7 de junio. En ese lapso de tiempo no sólo se decidió que el Santander fuera el ganador de la subasta a cambio de 1 euro por el patrimonio neto del banco, también se tomaron las medidas previas para que ello pudiera tener lugar:
- Amortizar la totalidad de las acciones de Banco Popular en circulación y las resultantes de la conversión de los CoCos.
- Convertir la deuda subordinada en acciones de Banco Popular de nueva emisión, todas las cuales, como indico arriba, han sido adquiridas por Banco Santander por el precio de 1 euro.
Han salido indemnes: bonistas senior y poseedores de cédulas y, claro está, los depositantes. Los Fondos, Sicav y valores en cuenta de clientes, siempre fuera de balance, no entran en estos eventos. Otra cosa es el eventual deterioro de valores liquidativos por la presencia de los activos arriba citados en las cartera de las IICs gestionadas por las gestoras del Grupo Banco Popular. Muchos de estos vehículos de inversión tienen activos de Popular afectados por su desaparición como también sucede a numerosos Fondos y Sicav del mercado que estaban invertidos en el valor o en alguna de las emisiones de bonos convertidas en acciones en el momento de la intervención. No olvidemos que Popular tenía en torno a 300.000 accionistas, retail en su gran mayoría y también numerosos inversores institucionales.
Y llegó el coco, Banco Santander, y se lo comió
La entidad presidida por Botín tiene ante sí un reto colosal: absorber una entidad con 12.000 empleados y más de 1.500 oficinas en un mercado como el español todavía saturado de presencia bancaria y con clara sobrecapacidad. Santander cuenta con experiencias recientes en esta materia (Banesto y Banif), pero la complejidad de Popular es elevadísima y singular. Por ello, previendo infinidad de quebrantos, Santander realizará una emisión de derechos en julio para recaudar 7.000 millones de euros y tapar el agujero del balance de Banco Popular. De hecho, como es evidente, fue esta circunstancia la que le hizo ganar la subasta de adjudicación del Popular y no el simbólico euro pagado.
Santander, temeroso de la reacción del mercado, puso a sus analistas a trabajar y éstos prepararon durante la noche de autos una presentación en powerpoint de 43 páginas explicando la bondad de la operación para el accionista del Banco Santander y los múltiples efectos colaterales favorables:
- su transformación en número uno bancario en Portugal y en España (La Caixa le había arrebatado este último honor durante los últimos años),
- y su paso a liderar el segmento de pymes en España, además de sinergias varias de creación de valor.
Es con las pymes, segmento en que pasa a tener una cuota del 25% (vs 11% anterior), claramente por encima del segundo competidor (13%), donde creo que está la palanca de crecimiento que ha impulsado al Santander a llevar a cabo esta operación. Teniendo en cuenta el actual ritmo de crecimiento en España y las perspectivas de su mantenimiento al menos dos o tres años más, considero que no se equivoca. De hecho, tras conocerse la noticia y la necesidad de la macro ampliación, la cotización apenas sufrió y acabó la semana por encima de donde la empezó.
El regulador de nuevo protagonista
Creo que la cotización de Popular debería haberse suspendido mucho antes de llegar la intervención del BCE. Considero también que éste, a través del Banco de España y del FROB, tendría que haber tomado las riendas de la entidad de una manera contundente con el fin de evitar la salida acelerada de depósitos de clientes temerosos ante los mensajes torpes y contradictorios de la Dirección del banco. Estimo que no ha podido gestionarse peor esta crisis por todos sus protagonistas: responsables del banco, auditores, reguladores y gobernantes. No olvidemos que el Banco Popular superó los cuatro test de estrés a los que fue sometido por el BCE excepto uno en 2012 (suspenso que subsanó con una ampliación de capital de 2.500 millones de euros que de poco sirvió para reflotar al banco).
Es cierto que se han salvaguardado los ahorros de los depositantes, pero creo que este objetivo podría haberse logrado mucho antes si se hubiera trasladado al mercado y a los clientes la confianza indispensable para que la entidad no entrara en la espiral de caída en la que se encontraba. Ningún banco sano puede devolver en una semana cerca del 25% del pasivo a sus clientes sin medidas extraordinarias. Y el enfermo Popular, lógicamente, tampoco.
Desaparece una entidad casi centenaria
Popular nació en 1926 y ha desaparecido en 2017. Son 91 años de una vida financiera que ha sido truncada por el orgullo y los errores de gestión de sus directivos (¡clama al cielo que Popular se quedara en 2011 con el Banco Pastor sin ayudas públicas y que no cediera ni un solo activo inmobiliario al Sareb!) y, ligado a ello, la falta de transparencia contable (nadie se creía ya sus estados contables).
En los próximos días, semanas, meses e incluso años, veremos las múltiples consecuencias del luctuoso suceso: despidos a empleados, dramas económicos familiares (la gran mayoría de los trabajadores era accionista del banco y buena aparte con crédito), problemas financieros de particulares y empresas que acabarán en los tribunales y una avalancha de demandas millonarias a los gestores y ex gestores del banco y ¿a los reguladores españoles?, ¿al Santander? ¿al BCE? Trabajo de abogados.
En conclusión: hemos presenciado otro paso más de la necesaria y dilatada limpieza del sector financiero español (quedan ya pocos) y se abre un complejo y tortuoso camino para muchos que quieren recuperar, al menos, parte de lo perdido. Lo que ya es irrecuperable es el famoso “espíritu del Popular”. Para bien y para mal.