Recuerdo muy bien la última vez que se utilizó de manera generalizada en el mundo financiero la expresión back to basics (BtB) o vuelta a lo básico. Fue después de la gran crisis financiera de la última parte del decenio del 2000 y comienzo del siguiente. Proliferaron entonces los productos financieros sofisticados/complicados en exceso, al menos para el público minorista a quien se los ofrecían, y las consecuencias de ello fueron en muchos casos muy negativas. Numerosos inversores perdieron dinero y, no sólo eso, también se malogró la confianza en el sector financiero.
Back to basics
El desastre financiero que supuso la quiebra del banco Lehman Brothers y el estallido de la burbuja inmobiliaria arrastraron a muchos intermediarios e inversores. Tras ello, algunas entidades intentaron pasar página y retomar lo que nunca debía haber desaparecido: lo básico para el ahorro y la inversión consistente en los activos financieros de siempre – monetario, bonos y acciones – invirtiendo de manera directa o a través de un fondo de inversión (razones de diversificación y fiscales lo hacen casi siempre más aconsejable). Comenzaba también entonces en España el asesoramiento financiero profesional e independiente y éste ayudó en gran medida a que las alternativas de inversión volvieran otra vez a ser algo amigable para el inversor.
La inflación ha traído un nuevo entorno para los activos financieros sin riesgo
Uno de los pocos efectos favorables de la desaforada subida de precios que aun padecemos es el fin del escenario de tipos bajos e incluso negativos en el que nos movíamos desde hace diez años. La reacción de los bancos centrales subiendo los tipos de interés directores para frenar la inflación permite en estos momentos a cualquier inversor, y especialmente al ahorrador conservador, encontrar rentabilidades atractivas sin riesgo alguno (Letras de Tesoro) o con riesgo muy bajo (bonos a corto plazo de emisores de calidad). Ambas opciones, mucho mejores que la remuneración de los depósitos bancarios que todavía brillan por su ausencia, son alcanzables para cualquiera de manera directa o a través de fondos de inversión, si bien para acceder a ellas eficientemente debe ponerse gran atención a los costes con que cada entidad grava la intermediación para su compraventa o gestión.
La renta fija es ahora nuestra mejor compañera
Después del peor año en décadas para el precio de los bonos debido al movimiento al alza de las curvas de tipos de interés y a la ampliación de spreads o diferenciales, la renta fija ha mejorado enormemente su perfil rentabilidad/riesgo con respecto a principio de año 2022.
De hecho, actualmente se encuentran fácilmente oportunidades de inversión en bonos investment grade (buena calidad crediticia) que hacen que pueda merecer más la pena tomar exposición por esa vía, mediante la compra de renta fija, que por la de la acción de la compañía emisora, la cual nos va a aportar más volatilidad. Dentro del crédito corporativo destaca en este momento el de alto rendimiento o high yield, que cotiza con un spread que compensa el riesgo de impago y es ahora una oportunidad de inversión a la que el comportamiento de los mercados en el comienzo del presente ejercicio está mostrando como muy acertada.
Optimizar la cartera
El reto a medio – largo plazo para todo inversor es lograr una rentabilidad real positiva y es previsible que la inflación se mantenga durante años en niveles más altos que durante la última década. Aunque aquí encontremos otro efecto positivo de la excesiva inflación (es un medio para reducir el exceso de deuda de los Estados en porcentaje sobre PIB), la rentabilidad de una cartera de inversión debe hoy buscar superar el umbral de la inflación para lograr así ser realmente positiva y no solo nominalmente.
Lo anterior obliga a incorporar a la cartera activos cuya rentabilidad esperada sea superior al nivel de tipos de interés y ello supone contar con acciones y activos alternativos (líquidos e ilíquidos), siendo aquí siempre lo más recomendable hacerlo vía fondos.
La cartera eficiente
Cuando una cartera no está dominada por ninguna otra se dice que es una cartera eficiente. Esto no es más que la famosa, y por muchos olvidada, Teoría Moderna de Carteras (Modern Portfolio Theory) creada por el economista americano Markowitz (laureado con un premio Nobel). Esta teoría describe cómo un inversor con aversión al riesgo puede construir una cartera de inversión que maximice el retorno esperado para un determinado nivel de riesgo de mercado y hacerlo combinando activos monetarios, bonos y acciones.
La diversificación permite reducir el riesgo total y el nivel alcanzado hoy en día por los tipos de interés (impensable hace apenas un año) facilita ahora esta construcción de carteras eficientes que ofrecen una mayor rentabilidad esperada según los diferentes niveles de riesgo que cada inversor quiera asumir. Volver a lo básico está otra vez, felizmente, de moda.
Asesórense bien y sean prudentes.
PD. Aviso a navegantes: Silicon Valley Bank (SVB) no es Lehman Brothers; la caída del banco californiano no va a desatar una debacle como la crisis que aquella entidad financiera precipitó en 2008.