Abundan en esta fase del año los análisis de lo sucedido en 2022 (año complicado de bajadas tanto para las bolsas con S&P-500 -20%, Nasdaq -34%, Estoxx-50 -11%, como para los bonos con el índice Bloomberg Aggregate cayendo -16%) y también son muchas las previsiones que para 2023 hacen analistas y gestoras. Me centraré en esto último y, para no quitar tiempo todavía festivo a los lectores de este blog, lo haré, digamos, de forma telegráfica.
– Los bancos centrales van a proporcionar un enfoque de política monetaria más complaciente gracias a que los niveles de inflación seguirán reduciéndose progresivamente y a que el miedo a llevar las economías a una recesión profunda pesa demasiado en el ánimo de Powell y Lagarde quienes, al fin y al cabo, no dejan de ser políticos con sesgo técnico.
– Después del peor año en décadas para el precio de los bonos debido al movimiento al alza de las curvas de tipos de interés y a la ampliación de spreads o diferenciales, la renta fija ha mejorado enormemente su perfil rentabilidad/riesgo con respecto a principio de año 2022.
– De hecho, ahora se encuentran fácilmente oportunidades de inversión en bonos de grado de inversión (buena calidad crediticia) que hacen que pueda merecer más la pena tomar exposición por esa vía, mediante la compra de renta fija, que por la de la acción de la compañía emisora, la cual nos va a aportar más volatilidad. Esas oportunidades, sin correr, conviene aprovecharlas.
– El caso de China es especialmente complejo e incierto por lo opaco de la información que sus autoridades proporcionan. Habrá que seguir de cerca la velocidad de la apertura del país y su repercusión en los datos de Covid. En todo caso, China debería de ir saliendo del bache de crecimiento que lleva experimentando desde el comienzo de la pandemia y puede ser el catalizador para la mejora de las cotizaciones de bonos y acciones en mercados emergentes y el impulsor, de nuevo, de la economía global.
– La evolución de los resultados empresariales es la mayor incógnita para 2023. Después de las caídas de 2022 en la mayoría de los mercados de acciones, las valoraciones actualizadas ofrecen ligeros potenciales alcistas que podrían desvanecerse a poco que algunas grandes compañías vayan defraudando en sus anuncios de beneficios mermados por la ralentización económica y por un coste más alto de la financiación. Veríamos entonces nuevas caídas y ése puede ser el momento para incrementar el peso de bolsa en las carteras.
– A diferencia de otras materias primas de brillante comportamiento en sus precios (el riesgo geopolítico impulsó al petróleo y al gas aunque hayan corregido en la parte final del año), la evolución del precio del oro decepcionó a muchos inversores que lo mantenían como activo refugio contra la inflación. El año que ahora comienza puede mostrar una cara más amable para el metal precioso.
– El único activo refugio en 2022 ha sido el Dólar. Para los que razonamos en Euros, +7% en el año; 2023 no será tan favorable para la divisa americana pero, apoyada en la fortaleza de la economía USA, su cotización no debería retroceder.
En conclusión y tras lo sucedido durante el actual ejercicio a punto de finalizar, creo que debemos mirar 2023 con cierto optimismo. Como mínimo, el binomio rentabilidad/riesgo mejora notablemente en muchos activos financieros y, si acertamos decantándonos por las empresas de calidad con una baja volatilidad de los beneficios y una mayor capacidad para defender sus márgenes y, como siempre, mantenemos una amplia y eficiente diversificación, podríamos vivir un año positivo en la rentabilidad de nuestras carteras de inversión.
Una gestión global que mitigue la intensificación de la crisis china por el Covid y el éxito de las iniciativas de paz para Ucrania (si bien éste es un conflicto enquistado y, como tal, con menor efecto en los mercados), traerían sin duda el positivismo al sentimiento inversor y harían de 2023 un buen año de mercado el cual, independientemente de las finanzas, les deseo muy feliz.
Asesórense bien y sean prudentes.