Algún lado bueno podría tener lo sucedido en las elecciones presidenciales estadounidenses. Me refiero a los mercados financieros, especialmente a la renta variable. Durante los dos mandatos de Ronald Reagan (de enero de 1981 a enero de 1989), el índice Standard&Poors 500 subió aproximadamente un 117%, cerca de un 15% de media anual aritmética. ¿Podría suceder algo parecido con la llegada de Donald Trump?
Vivimos en otro entorno pero…
Estos días pasados, tras el triunfo de Trump, cuando se escuchaba la comparación entre los dos presidentes republicanos del título de este post, la primera reacción de algunos analistas consistía en decir: las cosas han cambiado mucho con respecto a la época de Reagan, la globalización y la digitalización de nuestra sociedad imprimen un sello que no hace comparable uno y otro momento de la Historia. Puede ser. Pero la economía no atiende a épocas, sino a medidas, y los mercados financieros no se mueven por discursos, sino por beneficios empresariales.
Lo que hizo Reagan
Las decisiones más destacadas de la política económica de Reagan (las reagonomics se denominaron) fueron, en grandes líneas:
– Bajar el IRPF: gran reducción de los tipos marginales que descendieron de un 70% a un 50% en el tramo superior y de un 14% a un 11% en el inferior.
– Desregular la actividad económica y aplicar las reglas de mercado sin filtro alguno, suprimiendo o flexibilizando toda normativa que pusiera obstáculos al libre mercado.
– Restringir el presupuesto federal mediante recortes de partidas ligadas a la ayuda social y al empleo público.
En definitiva, aplicar la denominada “economía de la oferta”, preconizada por los economistas liberales, desregulando los mercados, reduciendo la fiscalidad, privatizando empresas públicas, reduciendo los controles a las empresas privadas, buscando la estabilidad de precios y menoscabando la actividad sindical.
Lo que Trump dice que hará
También de manera muy resumida y centrándonos en materia económica:
– Rebajar la presión fiscal del impuesto de la renta de las personas físicas bajando los tipos impositivos y mediante deducciones de las que se beneficiarían especialmente las clases medias, así como minorar el tipo impositivo del impuesto de sociedades (hasta el 15%).
– Llevar a cabo un plan de inversiones públicas centradas fundamentalme en infraestructuras (muy obsoletas en EEUU).
– Proteccionismo económico que blinde la economía estadounidense frente a la competencia exterior, pero aplicando a la vez medidas encaminadas a una economía más liberal hacia el interior.
– Eliminar y reducir numerosas regulaciones laborales y medioambientales, así como eliminar subsidios públicos.
– Impulsar la extracción de petróleo y gas por fracking y eliminar las restricciones a las emisiones de gases contaminantes.
No incluyo aquí lo referente a la inmigración y a la sanidad, cuestión esta última en la que el Presidente electo está ya, en sus últimas intervenciones públicas, atenuando lo dicho en campaña. Veremos pues si la contundencia inicial tiende, como se acostumbra en política, a tornar hacia la templanza. Ya se ha filtrado que el magnate quiere rodearse de primeras espadas en su Gobierno (como Dimon, máximo responsable de JPMorgan, o Giuliani, exalcalde de Nueva York).
¿Hay puntos en común?
Es innegable que existen parecidos entre lo que hizo Reagan y lo que ahora proclama Trump, como la reducción de impuestos, el aumento de la inversión en infraestructuras y el nacionalismo económico.
Sucede que los puntos de partida del Gobierno de cada uno son muy dispares. Cuando Reagan llegó al poder, la rentabilidad de los bonos a 10 años y la inflación americanas eran de dos dígitos, la tasa de desempleo estaba disparada y el retorno real de la bolsa llevaba años en negativo. En cambio, Trump se encuentra con una economía que acumula casi ocho años seguidos de crecimiento, tipos de interés e inflación en mínimos históricos y el mercado de trabajo rozando el pleno empleo. También, no lo olvidemos, tropieza con una montaña de deuda pública y privada, un déficit público que, aunque en descenso, sigue lastrando las finanzas americanas y una Reserva Federal a la que prácticamente no lo quedan balas expansivas en el cargador.
¿Veremos un nuevo auge económico?
La realidad es que las fórmulas que tanto echamos de menos en Europa y que recordamos periódicamente a Alemania por su no aplicación, son precisamente algunas de las que figuran en el programa del Presidente republicano. Bajar impuestos e incrementar el gasto en infraestructuras es la permanente demanda que los europeos del Sur dirigimos a los del Norte. Nadie duda de que ello ayudaría a reactivar la débil economía europea y volvería a impulsar la igualdad entre los países de la Eurozona.
De ahí que, aunque probablemente la victoria de Trump no tenga un impacto relevante en la evolución de la economía estadounidense a corto plazo, dependiendo del enfoque final de algunas de sus políticas, sí podemos ver un resurgir de ciertos sectores económicos (farmacutico, infraestructuras y defensa a la cabeza). Sin embargo, en caso de implementar parte de lo anunciado en materia de comercio internacional, EEUU podría verse sumido en una guerra de divisas y en una confrontación financiera y comercial con China de nefastas consecuencias para la economía global.
Por todo ello, creo que estamos en un momento aprovechable tácticamente en el corto plazo para la inversión en renta variable estadounidense y europea:
- Para aquellos inversores que aceptan más riesgo, seleccionando fondos de inversión que muevan sus carteras de acciones hacia los sectores favorecidos.
- Para los que prefieren menor volatilidad, aprovechando la labor de gestores que apuesten por el valor relativo y que se posicionen “largos” en compañías beneficiadas por este nuevo entorno político.
Nadie esperaba a Trump, pero ahora hay que gestionarlo y buscar los aspectos favorables para la inversión financiera. Por cierto que, siendo honesto, creo que hay otro lado bueno en todo esto… que no ha ganado Hillary.