Si hubiera sido accionista del Banco Popular en el momento de su extinción como entidad (aunque todavía mantenga los rótulos, el Banco Santander lo ha absorbido, por si alguien no lo recordaba), estaría perplejo y resentido por su desenlace final. Los motivos para ello podrían ser muchos, si bien hoy, tras conocer la nota emitida hace unos días por el Banco de España (BdE), traigo a este blog una reflexión para la frustración y enojo de los que fueron accionistas del extinto Popular.
Lo sucedido con Bankia
En julio de 2011 Bankia captó 3.092 millones de euros en una salida a bolsa apoyada en una información que, a la postre, se demostró que era falsa. De hecho, en mayo de 2012 el FROB tuvo que inyectar 10.000 millones de euros y nacionalizar la entidad para evitar su quiebra. Luego, el Estado debería aportar más dinero (hasta 22.400 millones de ayudas públicas) ya que, de no hacerlo, Bankia no era viable. Evitó así su desaparición protegiendo a los depositantes y evitando ulteriores episodios de inestabilidad en el sistema financiero. La cotización en Bolsa se hundió y llegó a rozar los 0,01 euros de valoración fijados entonces por el FROB.
La valoración actual de Bankia
La pasada semana, el Banco de España (BdE) publicó una nota informativa sobre las ayudas públicas concedidas a las entidades financieras por parte del Estado. En ese documento, el BdE
estima en 9.798 millones el dinero recuperable en Bankia. Teniendo en cuenta las acciones en manos del Estado, se deduce un valor estimado de 4,74 euros para cada título de Bankia (supera la cotización actual pero sigue por debajo de la primera privatización de hace unos años).
Lo sucedido con Popular
El día previo a la compra del Banco Popular por parte del Banco Santander la cotización del Popular cerró a 0,317 euros, algo más de lo que llegó a valer Bankia en sus peores momentos. Esa operación provocó que los accionistas del Popular perdieran el 100% de su inversión en las acciones de la entidad ya que éstas dejaron de tener valor alguno pues fueron dadas de baja o amortizadas. Ello ha dejado a estos inversores (salvo los que serán compensados por Santander) con la única alternativa de tratar de pleitear bien contra la entidad y los anteriores responsables del banco o bien contra las autoridades que tomaron la decisión de fulminar al Popular (Comisión Europea y BCE vía la Junta Única de Resolución y FROB). El motivo de lo que sucedió al Popular no fue otro que asegurar la protección de los depositantes y evitar episodios de inestabilidad en el sistema financiero. Lo mismo que en el caso de Bankia.
La gran diferencia
En el año 2012, los accionistas de Bankia pensaban que habían perdido la totalidad de su inversión. Los que han mantenido los títulos, al cabo de casi seis años, han visto cómo la cotización de Bankia ha ido recuperándose e incluso han cobrado dividendos en 2016 y en 2017. Todavía lejos de lo pagado en la colocación de 2011 pero, con el tiempo, podrán seguir recobrándose.
En cambio, los 300.000 accionistas de Banco Popular nunca sabrán si la cotización de la entidad puede o no recuperar porque la acción no existe, ni como tal título ni bajo la forma de acciones de Santander que hubieran podido servir para la absorción. ¡No me extraña que digan ahora en Bruselas que el proceso de resolución aplicado al Popular no va a volver a utilizarse y que va a modificarse! El Banco Popular podía valer cero y necesitar ser rescatado (así lo escribí aquí un mes antes de su intervención), pero su volatilización no es de recibo. Creo que todavía queda mucho que conocer en este histórico episodio de la caída de un banco casi centenario que, hace ahora poco más de 10 años, llegó a valer en Bolsa cerca de 20.000 millones de euros.