¿Quién frenará la decadencia de Europa?

El World Economic Forum ha vuelto a poner de manifiesto cómo las políticas impulsadas por la Unión Europea en la mayoría de materias de su competencia llevan años fracasando

El World Economic Forum (Foro Económico Mundial o Foro de Davos), celebrado recientemente, ha vuelto a poner de manifiesto cómo las políticas impulsadas por la Unión Europea (UE) en la mayoría de materias de su competencia llevan años fracasando. La escasa capacidad de gestión de sus dirigentes, los intereses individuales de los países miembros y, en los últimos años, el exceso de regulación y un permanente sesgo hacia una sostenibilidad interesada y falsaria, han hecho de la UE un centro de costes funcionariales que ha arrinconado los principios del verdadero progreso de una economía: el bienestar de sus ciudadanos, que no es lo mismo que el ficticio estado de bienestar. A datos objetivos, como expongo a continuación, me remito.

El núcleo de la UE bordea la recesión

Francia y Alemania, países que representan más del 40% del PIB de la UE, llevan meses bordeando la recesión y están acuciados por una situación política más que compleja que imposibilita una eficiente gestión de las principales políticas de sus gobiernos. Es cierto que hay causas económicas exógenas como la debilidad de la economía china que ha reducido notablemente las exportaciones europeas, sobre todo las alemanas.

No obstante, es igualmente verdad que, en ese contexto, la falta de adaptación de muchas de las economías europeas, caracterizadas por la intensidad de sus industrias manufacturadas y por la insuficiente investigación en tecnología, a un entorno económico adverso sobrevenido y la impericia de sus gobernantes asediados por normativas excesivas e injustas, son lastres de los que, por ahora, no conseguimos librarnos.

El fracaso de la gestión de la crisis en Ucrania

La ausencia de un verdadero compromiso de la UE a la hora de impulsar la paz en el conflicto entre Rusia y Ucrania es dramática. Se trata de una penosa guerra en la que subyace realmente una lucha de intereses entre EEUU y Rusia y en la que Ucrania pone el sufrimiento y la muerte.

La OTAN, por su parte, continúa actuando con pasmosa temeridad olvidando el concurso de una potencia nuclear como Rusia con un dirigente nada de fiar. Las políticas de la Administración Biden estuvieron más orientadas a impulsar la venta de armas de su gran industria armamentística que a realmente parar la guerra y solucionar el conflicto.

En medio de todo ello, encontramos una diplomacia europea que se olvida de velar por sus fronteras, tanto en el Norte (Europa del Este) como en el Sur (España con Marruecos), y que afirma vetar los productos rusos sin que en la práctica ello suceda como demuestra la exigua reducción, al menos hasta ahora, de las exportaciones de gas ruso hacia Europa. Por no hablar del bloqueo financiero a las transferencias bancarias desde Rusia que ha provocado surrealistas situaciones de impago (default) por parte de grandes empresas rusas más que solventes (Gazprom, por ejemplo) cuyos efectos los hemos sufrido los inversores europeos al no recibir las rentas debidas (cupones) por las emisiones de renta fija de esas empresas rusas “castigadas”. Otro disparo en el pie del ciudadano europeo

El descalabro de la política energética europea

Una de las causas de lo explicado en los dos puntos anteriores radica en el fracaso de la política energética de la UE. La energía impulsa la economía y la producción, y una deficiente gestión de sus fuentes puede ocasionar la decadencia económica de un país. Así se explica en gran medida la descrita situación económica de Alemania, cuya obsesión por el cierre de las centrales nucleares, cuestión ésta en la que España es alumno aventajado, ha provocado resultados lamentables en el pool energético del país germano hasta el punto de tener que reabrir las “abominadas” centrales de carbón.

Aumentar la proporción de energías renovables es un objetivo loable en un mundo todavía invadido en exceso por el petróleo y es, además, un objetivo de la Agenda 2030 glosada en el punto siguiente. Pero hacerlo olvidando otras fuentes de energía, más fiables en cuanto al suministro que la eólica y la fotovoltaica que dependen de que haya suficiente viento y sol, supone de nuevo relegar el interés de los ciudadanos a un segundo plano. De hecho, el ridículo enfoque de muchos gobiernos hacia la energía nuclear y al gas ha llevado a la propia Comisión Europea a saltarse la dictadura ecologista y declararlas como “verdes” debido, en parte, a la presión de Francia y Alemania que sustentan sus industrias en estas fuentes de energía.

La mala gestión de la Agenda 2030

Como contaba en esta columna hace unos meses, hace ya diez años que en el seno de la ONU se redactó la denominada Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Es ésta, en teoría, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad con 17 objetivos que buscan lograr metas más que meritorias: conseguir que en ese año la pobreza y el hambre en todo el mundo hayan sido erradicados, combatir las desigualdades dentro de los países y proteger los derechos humanos, promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas y garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales. La bondad de estos propósitos no ha impedido que las principales potencias mundiales, EEUU y China, se hayan ido descolgando de su cumplimiento y que otros países, comunistas e islamistas especialmente, nunca se hayan planteado realmente implementar las políticas ahí pactadas.

Además de la ineficiencia energética creada por nuestras autoridades europeas y nacionales en el contexto del citado acuerdo, otro buen ejemplo de mala gestión de la UE de los objetivos de la Agenda 2030 es la manera buscada para poner fin al hambre y duplicar la productividad agrícola. Resulta que las medidas que se han acabado promoviendo en Europa comportan una menor producción agrícola y más cara, al limitar el uso de determinados fertilizantes autorizados desde hace lustros en Europa y que fuera de nuestras fronteras son de uso común. Esto obligó a la gente del campo español a salir a la calle para luchar por su supervivencia. Por no hablar de los ganaderos y la demonización del ganado como emisor de metano, amén del intento de destierro del consumo de carne como base de una alimentación sana como muchas personas consideran. Los ciudadanos, otra vez, postergados.

El ejemplo de Davos: diferentes actitudes, política del buenismo o pragmatismo económico

En la cumbre de Davos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reaccionó a las crecientes amenazas de políticas arancelarias del Presidente Trump reafirmando “el compromiso de la UE de permanecer como un bloque abierto y dispuesto a cooperar con socios internacionales, defendiendo un enfoque de apertura frente al proteccionismo estadounidense”. Sólo palabras que ya hemos escuchado en muchas ocasiones en contextos similares.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, por su parte, mostró una postura desafiante al animar a la UE a tomar un rol más ofensivo frente a las políticas comerciales de Trump, considerando que Europa necesita estar preparada y anticiparse para poder responder ya que la negociación debe orientarse partiendo del axioma de que las sanciones y aranceles son una herramienta de la Administración Trump y no un fin de ésta.

Diferentes posturas las de nuestras autoridades europeas como habrán colegido de lo anterior, amables lectores. Y por eso planteo: ¿Volverá a ser el BCE quien salve a la UE de la parálisis política y de la atonía económica en que se encuentra como sucedió en julio de 2012 con el “whatever it takes” del mago Draghi que dio vida al Euro y, por ende, a la propia UE? Veremos. De momento, a final de la actual semana bajará otra vez los tipos de interés oficiales e insuflará algo de aire en nuestro asfixiado entorno económico europeo.