El Reino de España está cobrando a quienes le prestan dinero. Así acaba de suceder en la subasta de Letras del Tesoro a tres meses que tuvo lugar hace unos días. Los tipos de interés negativos no son novedad en los mercados internacionales incluida la Eurozona: desde principios de 2012 Alemania subasta deuda con interés negativo. Lo llamativo del dato español es que nuestra deuda sigue teniendo una calificación crediticia de tan solo BBB (por S&P), lo justo para no ser considerada inversión especulativa, y, además, la capacidad de España para devolver todo lo que debe es más que dudosa, lo que convierte la situación en algo extravagante.
España y su montaña de deuda
Lo que deben las Administraciones Públicas españolas superó el pasado mes de junio el billón de euros. Una cantidad similar a todo nuestro PIB. No es muy diferente a otros países de la Unión Europea (UE), pero esto debería servirnos de poco consuelo. Lo más grave de la situación radica en el hecho de que el crecimiento de esta deuda no se ha frenado con la crisis (sólo la deuda bruta de las Comunidades Autónomas ha crecido un 16,3% en los últimos 12 meses) y en las dificultades que tiene nuestra economía para crecer y reducir el desempleo.
¿Quién paga por comprar deuda española con tipos negativos y por qué lo hace?
Llevo muchos meses insistiendo en este blog en el concepto de “precio de la seguridad”. Una de las consecuencias más adversas, desde una perspectiva financiera, de la indómita crisis que seguimos viviendo, es la desaparición del denominado activo libre de riesgo (risk free). El crecimiento exponencial de los niveles de deuda en Occidente, el deterioro de la solvencia de los países y los efectos de la globalización y de los riesgos sistémicos, han hecho que ningún emisor sea hoy considerado como totalmente seguro.
Pese a ello, el fenómeno de represión financiera impulsado desde los bancos centrales y consistente en el mantenimiento de tipos de interés en niveles ultra bajos para que los Estados puedan seguir colocando sus emisiones de deuda, ha provocado que se “normalice” la adquisición de activos con bajos o nulos retornos, e incluso negativos como estamos viendo. Las dudas sobre la recuperación del crecimiento y el consecuente temor de muchos inversores a perder su dinero comprando renta variable, hacen que para conseguir un valor seguro donde invertir haya que aceptar la no obtención de rentabilidad alguna.
Si a lo anterior sumamos la existencia de muchos inversores que, por normativa legal o reglamentación interna, deben invertir imperativamente en activos de determinados emisores públicos y con niveles mínimos de rating, así como la visibilidad de mercado que a corto plazo facilita el Banco Central Europeo (BCE), acabamos de encontrar los motivos por los que España puede ahora cobrar por financiarse a tres meses. Entre esos inversores a los que aludo, destacan:
- determinados fondos de inversión de tipo monetario o de renta fija a corto plazo (Fondtesoros en España – hoy venidos a menos pero refugio siempre buscado – son un buen ejemplo),
- compañías de seguros que necesitan remansar provisiones matemáticas acumuladas por las primas cobradas,
- bancos con exceso de liquidez (casi todos, pues algo tienen que hacer con el dinero que no prestan, buscando al mismo tiempo evitar la penalización del -0,1% de la facilidad de depósito del BCE),
- e inversores institucionales en general que desean/necesitan adquirir activos a corto plazo con buena calidad crediticia y que no quieren asumir el riesgo de tipos de interés en emisiones de plazos más largos con una curva en mínimos históricos en todas sus referencias.
El problema de la deuda en Europa y sus posibles soluciones
Este acontecimiento de la financiación gratuita por parte del Tesoro español no va a durar siempre. Es, como se deduce de todo lo expuesto, puramente coyuntural, y no puede ocultar la grave situación de fondo a la que España se enfrenta por el elevadísimo peso de su deuda. No obstante, la deuda pública en Europa ya no es sólo un problema español, o italiano, o francés…, es un problema europeo, especialmente de la Eurozona, y por ahí deben venir las soluciones (ya tratadas en este blog y sobre las que volveré en un próximo post).
La principal dificultad para implementar estas soluciones (la mayoría basadas en cierto grado de mutualización de la deuda de la Eurozona) es la cesión de soberanía por parte de los países hacia la UE que la mayoría de ellas comporta. Amén de lograr un mayor crecimiento en base a ganancias de competitividad que permita bajar el peso de la deuda en términos relativos y de implementar una disminución del gasto público para reducirla en términos absolutos.
Si no, sólo quedará reestructurar (antes que un impago) ampliando plazos de la deuda viva de una manera ordenada dentro de la Eurozona y en un proceso guiado por el BCE o entidad supranacional al efecto (aunque esto entra también dentro de las soluciones que suponen cesión de soberanía y que tan poco gustan a los Estados). La alternativa del default no se contempla por la debacle sistémica que supondría, además de la casi segura desaparición del euro, al menos como lo conocemos hoy en día. Pero, como decía la canción, mientras tanto seguiremos esperando… y España disfrutando del espejismo de la financiación a tipos negativos. Eso sí, sólo a corto plazo. ¡Ojalá sepa aprovecharlo! Aprovechen también, amables lectores, este impasse de calma financiera para ordenar sus carteras con criterio y, en este nuevo curso, tengan especial cuidado ahí fuera, en los mercados.