Asistí hace unos días al evento de perspectivas macroeconómicas que organizaba en Madrid la gestora Robeco. Además de la visión macro y de clases de activos, se hizo un tratamiento especial de los riesgos geopolíticos que actualmente suponen la mayor amenaza para el crecimiento económico global. Sobre ellos disertó Philippa «Pippa» Malmgren, analista política estadounidense que ha asesorado a varios presidentes de los EEUU. Glosaré aquí algunos de sus comentarios y algún pasaje de su libro Signals: The Breakdown of the Social Contract and the Rise of Geopolitics. Su intervención me pareció de los más clarificador para entender cómo evolucionan nuestras sociedades y de qué manera podemos identificar señales que nos permitan anticipar el comportamiento de las variables financieras y, por tanto, de los mercados.
El origen del populismo
La visión del mundo actual que hace Pippa Malmgrem descansa en la idea de que siempre existe un contrato social entre el Gobierno y los ciudadanos. Su revisión de la tesis de Rousseau parte del hecho de que en Occidente los Estados no cuentan con suficiente capacidad financiera para cumplir con los compromisos adquiridos con sus ciudadanos. Por este motivo, las Administraciones Públicas dan cada vez menos a sus administrados y recaudan más impuestos de ellos. Como respuesta a esta manera de actuar, muchas personas optan por dar su voto a corrientes políticas encuadradas en el populismo de uno u otro extremo político.
Una sociedad que se encuentra atrapada por el problema de la deuda que origina un menor crecimiento y, últimamente, una incipiente y ascendente inflación que encarece el coste de la vida (Malmgrem considera la inflación como un default encubierto), acaban de completar el cóctel de bienvenida al populismo. La pérdida de fe en el futuro es el siguiente paso. Ante la situación descrita, muchas naciones responden con una ruptura del contrato social y se vuelven agresivos en la protección de los intereses de sus ciudadanos. Así reaparece el proteccionismo.
Deuda, crecimiento e innovación
Malmgrem asegura que la única vía para que los esfuerzos por reducir deuda y controlar el gasto público puedan tener éxito se encuentra en un mayor crecimiento y que, felizmente, éste se está produciendo. Se incumplen así las teorías de muchos analistas sobre un final apocalíptico de la espiral de deuda en que todavía nos movemos.
La aseveración de Malmgrem se apoya en la idea de innovación: “no se trata sólo de crear un nuevo iPhone, es la habilidad de los ciudadanos para redefinirse a si mismos y al trabajo que hacen; se trata de crear nuevos modelos de negocios; se trata también de redefinir el contrato social”. La analista americana considera la innovación como el mejor medio para aliviar la desigualdad en la distribución de la riqueza, tanto en EEUU como en el resto del mundo.
Economía y geopolítica
Malmgrem cree que son factores económicos los que están reordenando la relación de poder entre los Estados y los ciudadanos y los que está causando una realineación de los intereses políticos internacionales. El mundo vivía en un sistema basado en el dólar y en el (relativamente) libre comercio, apoyado por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial. Tras la crisis financiera (post caída de Lehman Brothers), los países occidentales están intentando reparar ese sistema. Sin embargo, por otro lado, otros Estados con China y Rusia a la cabeza están buscando reemplazarlo ya que no creen que el antiguo modelo pueda servir a sus pujantes intereses económicos.
Esta situación tiene consecuencias económicas y financieras de gran calado: antes China invertía su ahorro en Treasuries americanos e impulsaba así el mercado inmobiliario de EEUU y su consumo en general, facilitando al mismo tiempo las compras de productos chinos por ciudadanos estadounidenses. Este régimen permitió a Occidente vivir por encima de sus posibilidades y a China crecer a un ritmo superior al normal.
Ese, aparentemente, “círculo perfecto” ha quebrado por el peso de la deuda. Ahora, las autoridades chinas prefieren invertir directamente en infraestructuras globales que impulsarán su PIB y agrandarán su influencia en la economía y política internacionales.
Estados Unidos y su dinamismo
Malmgrem no tiene duda sobre que los altos niveles de deuda americana en manos extranjeras deberían preocupar a los propios estadounidenses. No obstante, generalizando, piensa que la mayoría de ciudadanos de los EEUU no son conscientes de que deben dinero a países extranjeros a través de los bonos emitidos por su Administración, “¡como no conocen a nadie que haya pedido un préstamo a un banco chino!”.
Pero la deuda es hoy un problema más amplio, que incluye también a China. En términos relativos, Pippa considera que EEUU tiene más capacidad para crecer y generar ingresos gracias a la flexibilidad y dinamismo de su economía. Esto no significa que los americanos deban estar menos inquietos por el peso de su deuda, pero provoca que los mercados financieros sean más benignos con los treasuries que con otros tipos de bonos.
Al final, llegamos a la que considero actualmente mayor diferencia entre EEUU y Europa: la economía americana tiene un problema de deuda que es gestionable por ellos mismos, sin embargo, los europeos no somos capaces de afrontar con suficiente unión y sacrificio común el rompecabezas en que se ha convertido nuestra endeudada Eurozona. Conscientes de ello, los inversores reflejan esa diferencia con sus compras en los mercados de renta variable: el S&P 500 acumula un alza del 215% desde sus mínimos pos-Lehman, mientras que el Eurostoxx 50 tan solo sube el 65% desde su suelo.
La geopolítica siempre ha estado ahí
La conclusión que destaco del discurso de Pippa Malmgrem es que el mundo siempre se ha movido entre riesgos geopolíticos. Sucede que hoy somos más conscientes de ellos por la globalización y el poder de internet y las redes. La forma de enfrentarnos a este desafío se encuentra en la economía: cuanto más fuerte sea ésta, mejor podremos manejar la geopolítica y reducir los riesgos que necesariamente comporta.
Acabo este post dedicado a las ideas de la analista americana con lo que constituye la base de su alegato: “Hay muchas fuentes de información (señales) que indican lo que está sucediendo en la economía. Pero nadie puede predecir el futuro. No existen las bolas de cristal aunque muchos quieren creer que algunos las tenemos. Lo mejor que se puede hacer es mantenerse en máxima alerta y estar lo más preparados que podamos”.
Por ello, creo que, pese a los considerables riesgos geopolíticos que nos acechan (elecciones en varios países europeos, proteccionismo de Trump, islamismo radical, etc.), el presente ejercicio puede acabar siendo un año aprovechable en los mercados financieros, siempre que enfoquemos nuestras inversiones de manera apropiada, adaptándolas a este entorno, y nos mantengamos vigilantes para saber captar cualquier señal de alarma.