Nadie está tranquilo en el Gobierno de España. Dejando aparte tesis, másteres y cursos varios, cada vez llegan más señales de desconfianza desde el extranjero motivadas por las dudas y comportamientos erráticos que se aprecian en las actuaciones de muchos de nuestros gobernantes. Me temo que éstos se están ganando a pulso los recelos foráneos.
Actuaciones que confunden
Desde una perspectiva de inversión, han sido probablemente los denominados por los propios miembros del ejecutivo como “globos sonda” los que, en diversas materias y, especialmente, en relación con nuestro sistema fiscal, han provocado mayores suspicacias tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. Me refiero a los amagos de nuevos impuestos ligados a la banca, a las transacciones financieras, al diésel y a los vehículos que lo consumen, a las compañías tecnológicas, al comercio electrónico, etc.
Los impuestos vigentes tampoco se han librado de la amenaza de una vuelta de tuerca impositiva: las cotizaciones sociales de autónomos y las de las designadas como “rentas altas”, los impuestos del ahorro, la deducción de las aportaciones a los planes de pensiones (lo que le faltaba a nuestro frágil sistema de pensiones), el tipo efectivo del impuesto de sociedades (olvidando expresamente que muchas empresas ya tributan en el extranjero por las rentas ahí generadas), la imposición en las transmisiones de empresas familiares, la armonización en todos los territorios (por supuesto al alza) de los impuestos de sucesiones y de patrimonio y, cómo no, las denostadas Sicav a las que ahora se suman como objeto del odio populista las casi recién nacidas Socimi del sector inmobiliario.
¡Cuánto desconocimiento e ignorancia encierran la mayoría de estas iniciativas! Sin ir más lejos, las Socimi están obligadas por ley a repartir como dividendo al menos el 80% de lo que ingresan, además del 50% de los beneficios derivados de la transmisión de inmuebles, para poder gozar del tipo impositivo privilegiado. Todo lo repartido tributa, lógicamente, a los tipos impositivos generales en sede fiscal de las personas físicas o jurídicas titulares de las acciones (cualquiera puede comprar en Bolsa acciones de una Socimi), consiguiéndose con este sistema evitar la doble imposición, amén de agilizar el sector inmobiliario y la inversión en él, clave para el crecimiento, que yacía moribunda hace tan solo unos años. ¿Dónde está el problema?
Las inversiones en capital privado se retraen
Un termómetro infalible sobre la confianza que genera un país, son las inversiones en la economía real que se desarrollan por el sector del private equity tanto nacional como internacional. Pues bien, cada vez son más las voces procedentes de esa industria que aluden a la inseguridad fiscal y, a la postre, jurídica y política, que comportan, como mínimo, un diferimiento de las decisiones de inversión hasta que el panorama se vea más claro y los dirigentes políticos transmitan confianza y sentido económico en sus actuaciones. Mal camino el emprendido, con menos de cuatro meses de vida, por el nuevo Gobierno.
El ejemplo de Italia
La creciente percepción de desconfianza que el Gobierno español está generando y el temor inversor que suscita, debería ser analizada por los asesores del Presidente atendiendo a lo sucedido en Italia. En este país, las políticas anunciadas por el populista Movimiento 5 Estrellas y la nacionalista Liga que encabezan el Gobierno italiano desde junio pasado, han provocado tal nivel de incertidumbre que el coste de financiación que refleja el bono soberano italiano a 10 años duplica el español y a 5 años casi lo cuadruplica.
Elecciones o no, necesitamos estabilidad y confianza
Nadie, salvo el Presidente del país, sabe con certeza si habrá en España elecciones generales en el corto plazo o si el Gobierno de Sánchez apurará el mandato al que se ha incorporado tras la moción de censura a Rajoy. Tampoco se conocen, ni siquiera por el propio Sánchez, las medidas que, entre las citadas arriba, serán finalmente adoptadas en esta agónica legislatura.
Pero lo anterior no debe ser óbice para que en el mensaje que transmitan nuestros gobernantes impere siempre la estabilidad y el equilibrio en cuestiones económicas. España necesita ahora la confianza que ello infundiría, máxime cuando nos encontramos en la que puede ser la parte final del favorable ciclo económico que todavía disfrutamos y que tendrá en el presente ejercicio su quinto año de crecimiento económico consecutivo. No lo estropeemos.