El dragón Smaug de Tolkien que acumulaba desaforadamente oro ardería de felicidad en estos momentos viendo a cuánto ascendía su fortuna. La revalorización de la onza de oro en el presente año supera el +16% y en los últimos 18 meses se eleva al +45%, y parece que la tendencia podría continuar y que seguiremos viendo máximos históricos de la onza (medida para su cotización que supone aproximadamente 31 gramos). En las causas que están en la base de este movimiento alcista encontraremos las pistas sobre el camino que probablemente le espera a este metal precioso.
Motivos para la subida
La montaña de deuda de los países desarrollados (Europa, EEUU y Japón) y sus enormes déficits hacen perder la confianza de muchos inversores en el papel moneda. El valor fiduciario de este dinero fiat basado en la confianza quiebra para muchos cuando se observa que no tiene valor por sí mismo y que está muy débilmente respaldado por reservas de oro poseídas por los bancos centrales. Ante la fragilidad macroeconómica descrita, éstos, con el Banco Popular de China a la cabeza, han protagonizado el 25% de todas las compras de oro en 2023 (dato de la gestora T-Rowe Price).
La que es, a mi juicio, la principal razón de esta escalada del precio al que cotiza la onza tiene una base técnica: al precio del oro ya no lo retiene una resistencia técnica y podría seguir subiendo simplemente por ese impulso del mercado. De ahí que sea posible que se haya reanudado lo que muchos analistas denominan tendencia alcista secular de este activo financiero porque, efectivamente, el oro tiene una doble naturaleza: la de activo tangible y real (como un inmueble) y la de activo financiero.
Centrándonos más en su naturaleza de activo financiero, no podemos olvidar que las Bolsas, especialmente las estadounidenses, cotizan a múltiplos muy exigentes y que el riesgo de corrección se incrementa como estamos presenciado durante el mes de abril, ganando así puntos la alternativa de la inversión en oro: históricamente, el metal precioso ayuda a suavizar el golpe de una caída bursátil o incluso a obtener ganancias cuando esa corrección supera al menos un 10%.
La subida también se ve favorecida debido a que muchos inversores descuentan bajadas de los tipos de interés de intervención de los banqueros centrales de Occidente: controlada la inflación, al menos aparentemente y más en la Eurozona que en EEUU, el efecto de cobertura contra ella y la opción de invertir en activos basados en tipos de interés pierde fuerza, lo que beneficia a otras alternativas para poner el dinero como la de las materias primas con el oro entre las mejores situadas.
Finalmente, insistir en que el oro es un producto físico real y cuenta con claras aplicaciones industriales y de consumo (su uso en joyería, sobre todo en Asia, va a más por ser un signo de riqueza y clase social alta), utilizándose además en muchos productos manufacturados como sucede en el campo de la electrónica. Esta función le otorga una garantía cierta de valor y acostumbra a impedir que su cotización sufra momentos de volatilidad exagerada como sí sucede con otras commodities. De hecho, un eventual desplome de su cotización estimularía la demanda de los consumidores y de la industria, lo que en última instancia conduciría a una recuperación de su precio y le dota por ello de un colchón de seguridad.
Motivos para una caída
Por causas tecnológicas y ligadas al incremento de la actividad minera, parece que la oferta de oro va aumentar en los próximos años después de un tiempo en que el sector minero ha sufrido una fuerte reducción de inversiones.
Hace años que China quiere hacer de su divisa una referencia en competencia con el Dólar sin conseguirlo. Considero que es una entelequia la posibilidad de que el gigante asiático ofrezca ahora una convertibilidad del yuan contra el oro como una manera de «desdolarizar» Asia.
El oro ha tendido a ofrecer protección ante una escalada del riesgo geopolítico como el que ahora padecemos. No obstante, analizando los últimos 20 años, vemos que sólo ha sido un verdadero refugio ante los denominados estadísticamente «riesgos de cola», o situaciones de extrema tensión financiera o geopolítica. A diferencia de lo que muchos creen y a pesar de la insania de los Gobiernos de algunos países árabes, no estimo que ahora estemos en tal entorno.
El oro ha tendido a ofrecer protección ante una escalada del riesgo geopolítico como el que ahora padecemos
Es llamativo que desde el año 2022 el precio del oro haya estado subiendo tendencialmente, a pesar de que la rentabilidad real de la deuda pública de EEUU a 10 años haya estado subiendo también. Históricamente, en ese tipo de escenarios, ha sucedido lo contrario.
No puedo acabar sin recordar que la revalorización del Dólar en torno al +3,5% en 2024 apoyada en el robusto crecimiento de la economía de EEUU y en su política monetaria más restrictiva, al menos por ahora, en relación con la Eurozona, podría continuar y devolvernos la histórica correlación inversa entre el oro y el Dólar y, por tanto, traer caídas en el precio de la onza.
Conclusión favorable a contar con oro dentro de un patrimonio diversificado
El oro, aunque sea per se un depósito cierto de valor (no tiene emisor), no genera flujos de efectivo, ni dividendos ni pagos de cupones y su precio en cada momento depende en gran medida del sentimiento de los inversores. Tampoco podemos dejar de lado que la reciente subida del oro tiene parte de fenómeno especulativo y una reversión repentina y violenta es intrínseca a este tipo de situaciones.
Con todo, la actual situación macroeconómica y las valoraciones de muchos activos de riesgo aconsejan, como mínimo, incluir de manera indirecta activos de cobertura como el oro en una cartera de inversión que tenga elementos de riesgo entre sus componentes. Cito la palabra «indirecta» pues, respetando por supuesto el criterio y gustos de cada uno, desaconsejo a un inversor particular la adquisición de oro físico como inversión a causa de su iliquidez y a las complicaciones y peligros que normalmente acarrea su depósito.
No considero previsible que el apocalipsis se acerque, pero, a la hora de gestionar un patrimonio, debemos atender a lo inesperado y no sólo a lo improbable.