El actual escenario político español crea incertidumbres en los mercados de acciones y de bonos españoles. La Bolsa española se sitúa en segundo lugar en rentabilidad en 2023 entre las principales plazas europeas pero es posible que esta favorable tendencia se vea afectada negativamente en caso de que el «riesgo país», motivado por algunas decisiones del nuevo Gobierno, se convierta en un potencial catalizador para una caída de la confianza en la economía española. Normalmente, los inversores extranjeros, cuyo peso y actividad son fundamentales en nuestros mercados, no cuentan con una información suficientemente completa y rigurosa de los sucesos políticos y económicos de un país de la periferia de Europa como España. Simplemente, ante la incertidumbre sobrevenida, venden o reducen posición ocasionando con ello caídas en los precios de los activos. No olvidemos que hace pocos años éramos uno de los «PIGS» de la Eurozona.
Ya conocen al Presidente, no al nuevo Gobierno
En el lado positivo tenemos que al Presidente Sánchez ya le conocen los inversores internacionales, pero en el negativo se encuentran las dudas sobre cómo será un Gobierno tan condicionado por los partidos separatistas; en función de las exigencias de éstos, puede haber sobresaltos y momentos de tensión. Ésta podría dispararse en el mercado de Deuda Pública española si alguna agencia de calificación reduce la calidad crediticia del Reino de España, ya habido algún indicio, ante el riesgo de pérdida de ingresos tanto por las cesiones del Gobierno central a algunas CCAA (incluyendo condonaciones de deuda como ya se está negociando), como por la pérdida de control en la capacidad de recaudar impuestos en esas regiones. Esto último supondría una menor capacidad de repago para el Tesoro español y alejaría a grandes inversiones institucionales de nuestro principal activo cotizado: los bonos del Tesoro. Lo mismo sucedería con la deuda emitida por algunas CCAA que podrían perder credibilidad de cara a los inversores foráneos.
Gasto y déficit de fondo
Es evidente que, salvo una reducción fuerte del gasto que no se espera, si hay menos ingresos habrá más deuda y más déficit. De ahí a un encarecimiento del coste de nuestra deuda hay sólo un paso. La bola de nieve de la pérdida de confianza y de los riesgos en la atención del servicio de deuda empezaría a hacerse más grande y las consecuencias finales de estos procesos son siempre las mismas: un empobrecimiento del país y un sufrimiento de las economías domésticas, especialmente las de los menos favorecidos. ¿Recuerdan Grecia en 2011?
El balance no va a ser bueno, aunque estamos a tiempo de que no sea así
A pesar de la resiliencia que está mostrando la economía española desde la superación de la pandemia, nuestro tejido empresarial no es ajeno a fenómenos como el descrito. Por ello, la renta variable española se vería afectada y los mayores perjudicados serían aquellos sectores donde la visibilidad internacional pueda verse afectada por esa pérdida de confianza en nuestro país. Me refiero a compañías como Inditex, Telefónica o las grandes ingenierías como Acciona, ACS o Ferrovial (esta última, sospechando algo como lo que ahora ocurre, ya cambió su sede a Holanda). Beneficiados por tal situación, no habría realmente nadie; si acaso sólo parte del sector inmobiliario debido a las posibles ayudas a compradores de vivienda y topes en el coste de la financiación hipotecaria. Esto es lo que hay.
No pinta bien para nuestra economía con el nuevo Gobierno. Con todo, estamos a tiempo de hacer bien las cosas o, como mínimo, no muy mal, y aprovechar los puntos fuertes de nuestra economía (banca, turismo, inmobiliario, etc.). De ilusión también se vive me dicen algunos.
Asesórense bien y sean prudentes.