Los últimos tres meses han devuelto a los mercados financieros a la realidad, especialmente a las bolsas que han perdido buena parte de las subidas acumuladas a final de julio pasado; los bonos, por su parte, tampoco lo han hecho mejor y la deuda pública refleja rentabilidad negativa en el año. En ese entorno, hay una aspecto positivo: la visibilidad macroeconómica que estimo hemos logrado después de lo sucedido en los pasados meses y que resumiré en cuatro puntos más una conclusión.
La economía estadounidense no aterriza, al menos por el momento
Ni hard ni soft, simplemente el crecimiento americano continúa volando. Los datos de PIB del tercer trimestre en Estados Unidos confirman la fuerza de la economía americana con un avance del +4,9% en términos interanuales, confirmando el buen momento que sigue viviendo el consumo. No obstante, el dato tiene más de apariencia que de fondo pues éste está ahora lastrado por la reducción progresiva del dinero en circulación que refleja la M2 monetaria (el ahorro de la pandemia y diversas ayudas como los créditos a estudiantes están consumidos) y enmascara una contribución de los inventarios que probablemente no vuelva a repetirse en próximos trimestres. De ahí que las bolsas cayeran tras la publicación del dato y la jornada siguiente (-2,5% el S&P500 en la semana).
Los mercados de acciones están ahora más centrados en los beneficios corporativos
La última subida de los tipos fijada en la reunión de la Reserva Federal de julio ha aumentado significativamente la presión sobre la renta variable, siendo el sector tecnológico el más expuesto. Muchas de las valoraciones en este sector son difíciles de justificar si surgen dudas sobre la trayectoria de los beneficios como ocurrió hace unos días con Alphabet (Google). Salvando la ausencia de grandes tecnológicas, lo mismo podemos decir de nuestro entorno europeo.
El listón está muy alto para que unos mejores resultados en el tercer trimestre se traduzcan en una evolución positiva, tanto en EEUU como en Europa donde las publicaciones están todavía comenzando. Todo ello hace que, aunque veamos algún rebote durante las próximas semanas, en los mercados de acciones hay en estos momentos mayores riesgos a la baja que al alza.
Con una inflación encauzada…
Tanto en EEUU como en Europa los precios parecen controlados y no deberían obligar a los bancos centrales a subir más sus tipos directores (no lo ha hecho ni la FED ni el BCE en sus últimas reuniones del mes de octubre). Aunque tal afirmación tiene ahora la amenaza de la guerra en Israel y las subidas del precio del petróleo y del gas alentadas por el riesgo geopolítico creciente, si la implicación de otros países, aunque en la sombra, sigue sin producirse, creo que no veremos el precio de las materias primas dispararse. El deslizamiento a la baja del crecimiento económico durante los próximos meses supondrá un freno para ello.
…la renta fija de más calidad debería empezar a subir de precio
Y especialmente la deuda soberana que ha sido muy castigada y en la que se aprecia una fuerte sobreventa forzada, en parte, por los miedos a los elevados déficits y al peso de deuda sobre PIB a ambos lados del Atlántico en una fase de pérdida de tracción económica. Pero, realmente, lo que está afectando a los precios de la deuda pública es más el desequilibrio entre oferta y demanda que la amenaza de desaceleración brusca o de recesión leve en las economías occidentales.
Conclusión para las carteras de inversión
Aunque un rebote en el precio de los bonos podría trasladarse a un mejor tono en los índices bursátiles, nos encontramos en un entorno complejo para los activos de riesgo y en el que es preferible inclinarse por la seguridad rentable y ésta se encuentra ahora, a mi juicio, en la renta fija de calidad. No sólo la de corto plazo, también en bonos con vencimientos más lejanos en los que podemos capturar una rentabilidad que, muy probablemente, superará a la de las bolsas en los trimestres venideros.
Asesórense bien y sean prudentes.