La frase que encabeza este post era utilizada por la gestora suiza Vontobel en un reciente informe sobre inversiones sostenibles y de impacto. Poca gente pensaba hace unos años que la inversión financiera podría realmente ayudar a mejorar la vida de las personas. Hoy eso se está cumpliendo y es posible poner dinero en vehículos de inversión que logran este propósito y, a la vez, obtienen un retorno financiero satisfactorio.
El impacto es previo a la ESG
La aplicación de criterios extra-financieros en la toma de decisiones de inversión data de final del siglo XX con la creación de los microcréditos que son préstamos de muy bajo importe a personas de pocos recursos y que les facilitan impulsar su actividad profesional/empresarial y, en definitiva, sus propias vidas y las de sus familias. En estos momentos, la concesión de microcréditos está muy desarrollada en numerosos países latinoamericanos, área donde comenzaron a concederse, y en Europa del Este. Existen fondos de inversión como Gawa y emisiones de renta fija como las de Mikro Kapital que facilitan una exposición eficiente y rentable a este tipo de inversión con verdadero impacto social.
Pero en el antetítulo cito la denominada orientación de inversión ESG (acrónimo inglés de enviromental, social and governance) que se refiere a la aplicación de criterios ambientales, sociales y de buen gobierno en la construcción de carteras. En la actualidad hay multitud de productos financieros que siguen la línea de sostenibilidad descrita y es raro encontrar una gestora que no aplique estos principios en buena parte o la totalidad de sus fondos.
Esta generalización ha creado cierta confusión y ha llevado a la Comisión Europea a regular los requisitos de etiquetado de los productos de inversión sostenible en el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (Sustainable Finance Disclosure Regulation – SFDR) del que escribiré en futuras entradas. Sólo avanzar sobre esta norma que, si bien supone un elemento favorable y referencia para la industria de la inversión, al intentar cubrir un espectro de supuestos demasiado amplio, acaba pecando de poca concreción y abre la puerta en exceso para que demasiadas inversiones más bien difusas acaben entrando en el mundo de lo sostenible creando a veces una imagen equivocada a los inversores.
Esta carrera hacia lo sostenible la resumía Pimco en una acertada frase: “lo mío es más verde que lo tuyo”, aplicable no sólo en el mundo financiero sino también en el ámbito de las Administraciones Públicas de cualquier país desarrollado que con frecuencia parece que están más preocupadas en dar una imagen social y de defensa del medio ambiente que en ayudar verdaderamente a los ciudadanos con sus normas. España y su regulación del sector eléctrico, por citar una materia de especial actualidad, son ahora un buen ejemplo de ello.
El impacto va más allá y su efecto favorable es reconocible
El citado informe de Vontobel recuerda algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad y cuya negativa presencia global se ha incrementado con la pandemia como son la lucha contra la explotación infantil, el colapso de los sistemas sanitarios en muchas zonas emergentes o el empeoramiento de las perspectivas de la educación. De ahí que en esa gestora se reafirman en el plateamiento de que si creemos que los inversores pueden mejorar la vida de las personas, hay que conocer exactamente qué beneficios ambientales y sociales aporta cada inversión.
Lo anterior se logra aplicando un riguroso proceso de due diligence en el análisis y selección de empresas para garantizar que cumplen con los criterios de impacto social además de contar con un buen perfil de rentabilidad/riesgo. Un claro ejemplo de ello lo aporta Global Social Impact (GSI), que promueve y gestiona un fondo centrado en regiones frontera y emergentes donde el impacto es mayor. La búsqueda de compañías y organizaciones consolidadas con modelos de negocio rentables y de alto impacto social por parte de un equipo con alta experiencia tanto en finanzas como en impacto y una estructura de medición de ese impacto pre y post inversión, son las fortalezas con las que aseguran el cumplimiento del objetivo final: ayudar a personas en riesgo de exclusión y pobreza.
Conclusión: la inversión en impacto es hoy obligada en una cartera de activos financieros
En la inmensa mayoría de los casos, la satisfacción de un inversor se basa en el nivel de retorno obtenido. Si esa rentabilidad es positiva y se obtiene invirtiendo en préstamos, bonos o acciones de empresas que incorporan un objetivo medible de impacto social, esa satisfacción va a multiplicarse. Así de sencillo y así de valioso.
Asesórense bien y sean prudentes.
creando a veces una imagen equivocada a los inversores.
Esta carrera hacia lo sostenible la resumía Pimco en una acertada frase: “lo mío es más verde que lo tuyo”, aplicable no sólo en el mundo financiero sino también en el ámbito de las Administraciones Públicas de cualquier país desarrollado que con frecuencia parece que están más preocupadas en dar una imagen social y de defensa del medio ambiente que en ayudar verdaderamente a los ciudadanos con sus normas. España y su regulación del sector eléctrico, por citar una materia de especial actualidad, son ahora un buen ejemplo de ello.
El impacto va más allá y su efecto favorable es reconocible
El citado informe de Vontobel recuerda algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad y cuya negativa presencia global se ha incrementado con la pandemia como son la lucha contra la explotación infantil, el colapso de los sistemas sanitarios en muchas zonas emergentes o el empeoramiento de las perspectivas de la educación. De ahí que en esa gestora se reafirman en el plateamiento de que si creemos que los inversores pueden mejorar la vida de las personas, hay que conocer exactamente qué beneficios ambientales y sociales aporta cada inversión.
Lo anterior se logra aplicando un riguroso proceso de due diligence en el análisis y selección de empresas para garantizar que cumplen con los criterios de impacto social además de contar con un buen perfil de rentabilidad/riesgo. Un claro ejemplo de ello lo aporta Global Social Impact (GSI), que promueve y gestiona un fondo centrado en regiones frontera y emergentes donde el impacto es mayor. La búsqueda de compañías y organizaciones consolidadas con modelos de negocio rentables y de alto impacto social por parte de un equipo con alta experiencia tanto en finanzas como en impacto y una estructura de medición de ese impacto pre y post inversión, son las fortalezas con las que aseguran el cumplimiento del objetivo final: ayudar a personas en riesgo de exclusión y pobreza.
Conclusión: la inversión en impacto es hoy obligada en una cartera de activos financieros
En la inmensa mayoría de los casos, la satisfacción de un inversor se basa en el nivel de retorno obtenido. Si esa rentabilidad es positiva y se obtiene invirtiendo en préstamos, bonos o acciones de empresas que incorporan un objetivo medible de impacto social, esa satisfacción va a multiplicarse. Así de sencillo y así de valioso.
Asesórense bien y sean prudentes.
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