Más allá del riesgo geopolítico, fuente de preocupación que está siempre en la mente de los inversores y en las portadas de los medios de comunicación, existen otros focos de tensión que creo, en el corto plazo al menos, son más relevantes para el devenir de los mercados financieros. Los explicaré en base geográfica que no por prelación de relevancia ya que todos la tienen parecida.
EEUU, ¿es todo tan favorable?
La resiliencia del consumo estadounidense, la moderación de precios y la progresiva relajación de las condiciones financieras son elementos de suficiente peso para seguir impulsando la economía USA en 2025. Pero la “cara B” de la economía americana tiene perfiles bastante siniestros: enormes déficits presupuestarios y comercial – el primero de más importancia -, el elevadísimo peso de deuda pública sobre PIB, la persistencia en las tensiones salariales y una inflación subyacente difícil de domar.
Los citados son todos factores gestionables, aunque no sé durante cuánto tiempo los mercados financieros van a seguir sin prestarles suficiente atención y sin cuantificar el riesgo que comportan. Haría bien el candidato Trump, ahora mismo primer situado en las encuestas, en hacer caso a su amigo Elon Musk quien le recordaba recientemente en “X” la necesidad de reducir el gasto público en EEUU para poder controlar las citadas variables. ¿Lo hará? Veremos, pero difícil. Creo que más bien confiará en recuperar poco a poco algo de equilibrio en las cuentas públicas apoyándose en un fuerte crecimiento de la economía. No obstante, el proteccionismo que pregona no es precisamente la mejor política para la expansión económica.
La Eurozona puede deshacerse entre codicias regionales
El elevado ahorro privado y unos tipos de interés oficiales al alza (mayor subida de la historia del BCE) han facilitado la reducción de un IPC disparado en la Eurozona hace menos de dos años (superaba el 10%). Ahora, con una tasa de empleo en máximos históricos, se trata de mantener lo logrado pero espoleando al tejido empresarial, sobre todo el manufacturero tanto en Francia como en Alemania (país éste en recesión en estos momentos y con importantes retos en el sector del automóvil), mediante la reducción de tipos de interés (tres bajadas ya del BCE desde el comienzo del verano y no han acabado) e inyecciones monetarias en empresas y proyectos corporativos.
El aparentemente confortable panorama macro descrito podría comenzar a decaer de continuar los descensos de productividad de las empresas europeas, superadas cada vez con más diferencia en algunos sectores, como el tecnológico, por las estadounidenses y chinas. Las tensionadas y calamitosas finanzas públicas de los países europeos están lastradas por una deuda que, como sucede en EEUU, sigue creciendo en la mayoría de Estados.
La polarización política va extremándose debido a la incapacidad de los políticos en avanzar en un proyecto europeo (los intereses nacionales siempre mandan) y a la falta de reformas estructurales se añade un creciente intervencionismo público (política de la subvención sin gestión ni control, lo que tan bien conocemos por estos lares). Éstas son las actuales tristes cualidades de nuestra Vieja Europa, cada vez, por cierto, más avejentada si atendemos a la media de edad de la población.
China avanza con dificultad
A pesar de su ascendente liderazgo tecnológico, superávit comercial y destacada influencia política y económica, a las autoridades chinas no les ha quedado otro remedio que implementar un amplio paquete de estímulos al que me refería en esta columna hace unas semanas. Esperemos que surtan efecto porque la persistencia de la crisis inmobiliaria que comenzó con el impago del gigante inmobiliario Evergrande Group en 2021 y los problemas financieros de bancos regionales y gobiernos locales, han llevado a los índices de confianza a mínimos, y así la economía jamás podrá recuperar la tracción de antaño.
China padece también algunos de los males que aquejan a los europeos como la ausencia de reformas estructurales, el envejecimiento de la población y un elevado nivel de endeudamiento total, lo cual hace que un efecto favorable de las medidas de estímulo económico decretadas sea realmente apremiante. En Europa, al ser China nuestro principal socio comercial, se lo agradeceríamos vivamente.
Un shock liquidez global generado en EEUU
El índice VIX continúa cerca de 20, lo que indica que los mercados podrían estar enfrentándose pronto a un shock de liquidez que provocaría una corrección en el S&P500. Las alzas en este indicador, que se mueve desde hace semanas en máximos históricos, son contradictorias con un VIX tan elevado. De hecho, generalmente, cuando el S&P500 alcanza nuevos máximos históricos, el VIX está muy por debajo de 15, más cerca del nivel 10, lo cual es señal de un mercado alcista sostenible. Me temo que ahora no es el caso.
También el resultado de las elecciones podría traer una retirada de liquidez en el mercado, especialmente si no hay un ganador claro que tome posesión mediante un proceso armónico y aparece la posibilidad de impugnación de las elecciones (no olvidemos lo sucedido después de la derrota de Trump en las pasadas elecciones). Vistas las últimas encuestas, parece que una victoria limpia de Trump sería el escenario más benigno para los mercados y, probablemente, el peor escenario sería una victoria por estrecho margen de Harris en los estados indecisos que le diera un ajustado triunfo final.
Riesgos de todo tipo, como siempre
Los mercados siempre se enfrentan a riesgos. Si no fuera así, todo el mundo invertiría en ellos y, como sabemos, eso no sucede. Las aquí contadas son las fuentes de riesgo que creo hay que vigilar más de cerca en estos momentos. No me olvido del tan mentado últimamente riesgo geopolítico. Sobre éste, paradójicamente, hay que reconocer que en Occidente nos preocupamos de lo que sucede en Oriente Próximo o en Ucrania más por cómo le irá a nuestra inversión en Bolsa que por las gentes que ahí viven. Ellos no lo saben, pero es así.