Las bolsas en manos de los chinos

Las bolsas acostumbran a sobrerreaccionar ante lo inesperado, para bien y para mal. Eso sucedió el pasado viernes ante el sorprendente recorte de tipos de interés chinos (0,4% el tipo de préstamos a un año y 0,25% el de depósitos al mismo plazo). Era la primera reducción tras más de dos años y se interpretaba como un posible cambio de rumbo en la política monetaria del Banco Popular de China. Las bolsas occidentales, especialmente las europeas, daban un salto de rentabilidad. ¿Tanto influyen los chinos en nuestros mercados?, se preguntaban muchos inversores.

 

China no para de crecer

 

El último dato de crecimiento de China, correspondiente al tercer trimestre de este año, superó el 7% (un 7,3% exactamente), barrera psicológica para muchos analistas entre la pujanza y un eventual declive de su economía. No comparto esta visión. China no puede crecer de manera permanente en magnitudes equivalentes a todo el PIB español. La progresiva estabilización de su crecimiento, acercándose a tasas en el entorno del 5%, es inevitable y no debería suponer menoscabo alguno para su indiscutible protagonismo macroeconómico. Es razonable que su potencial de crecimiento económico siga una senda descendente a largo plazo conforme aumenta su PIB per cápita.

 

¿Por qué bajan los tipos chinos?

 

La aportación de la demanda doméstica al crecimiento chino se frena y el sector exterior no logra compensar este efecto. Así se desvelaba al desglosar el citado dato de PIB del tercer trimestre. Las autoridades chinas no quieren que la economía se ralentice pues es un elemento clave para proseguir con el ambicioso programa de reformas estructurales encaminado a “normalizar” tanto su economía, hoy todavía centrada en exceso en un modelo exportador, como su propia sociedad que aún mantiene tintes feudales en muchos aspectos.

 

¿Cómo nos puede afectar tanto?

 

No profundizaré en la paradoja, otras veces comentada en este blog, que supone que el futuro del capitalismo esté en las manos de comunistas. La relevancia de China en el comercio mundial, ergo en el crecimiento de las principales economías occidentales, y la gestión de sus ingentes reservas de divisas con las que compra bonos americanos y europeos, convierte la salud de la economía china en una de las principales variables que determinan la evolución de los mercados financieros. Tan sencillo y tan complicado al mismo tiempo.

 

¿Supone esta dependencia un foco de riesgo?

 

Sí y sustancial. Además, todos los datos que salen de las autoridades chinas deben ponerse en cuarentena. La escasa transparencia que todavía caracteriza a su política de comunicación y la fragilidad que muchos analistas reprochan a sus estadísticas intensifican esta fuente de riesgo. Las dudas sobre la solvencia del sistema financiero ligada al fenómeno de shadow banking (créditos y operativa financiera fuera del circuito oficial) y la teórica burbuja existente en su mercado de vivienda, son permanentes cisnes negros en potencia. Las dificultades de Europa y, en menor medida, de EEUU, para lograr y mantener niveles de crecimiento como antaño, acrecientan nuestra dependencia del gigante chino.

 

Hace un par de semanas el Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, decía en un discurso ante empresarios asiáticos que la economía china era estable y que los riesgos que afrontaba “no eran tan terribles”. Creo que éste es el tipo de declaración que obliga a estar especialmente alerta ante lo que allí pueda suceder. Acabamos de experimentar el lado bueno del efecto chino. Les puedo asegurar que hay un lado malo y que nuestras bolsas lo notarían. Como recomendación, cero complacencia.

 

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