La pasada semana se habló y escribió mucho del «procedimiento de déficit excesivo» de la Comisión Europea (CE) que se activa cuando un Estado miembro incumple las normas europeas en materia déficit y deuda. Nuestro Gobierno lo vendió como un gran logro de nuestro país y, por tanto, suyo. Buen ejemplo, de nuevo, de algarabía de vendedor de crecepelo más que de muestra de rigor fiscal y presupuestario.
¿Por qué existe en el seno de la Unión Europea (UE) el procedimiento de déficit excesivo (PDE)?
El PDE está regulado por el artículo 126 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, firmado a final de 2007 y puede ponerse en marcha si un país de la UE:
1. Ha superado o está en riesgo de superar el umbral de déficit del 3 % del PIB
2. Ha violado la regla de la deuda pública al alcanzar esta un nivel superior al 60 % del PIB y no lo disminuye
Ambos criterios ya fueron definidos en el Tratado de Maastricht hace más de treinta años. Es decir, nada nuevo bajo el sol.
¿A quién se ha incluido en el PDE, por qué y qué deben hacer los países implicados?
La pandémica laxitud en la interpretación de los citados criterios de Maastricht está, felizmente, desapareciendo y son siete países, entre ellos Italia y Francia, como más destacados, los que han sido señalados. Digo «felizmente», ya que el rigor presupuestario y de gasto en general es clave a la hora de garantizar la estabilidad de nuestra divisa, el Euro, y de asegurar un nivel de solvencia indispensable de cara a inversores extranjeros dado que es la base del atractivo de la UE como área geográfica de inversión.
Italia forma parte de la lista por haber cerrado el ejercicio de 2023 con déficit presupuestario del 7,4% sobre el PIB, el mayor de los 27 países que forman parte de la UE. De cara a 2024, en el país de la bota se espera una notable reducción hasta el 4,4%. Bien por Meloni. En cuanto a Francia, el desequilibrio alcanzó el 5,5%, con expectativas de que el desajuste permanezca en niveles elevados de manera persistente, un 5,3% este año y un 5% en 2025. Los otros países incluidos son Hungría, Polonia, Malta, Eslovaquia y Bélgica; Rumanía también está si bien ya formaba parte del club de incumplidores desde 2020.
Lo que deben hacer ahora los citados países es evidente: aumentar la disciplina fiscal en las finanzas públicas. Para ello, tienen que adoptar un plan que establezca una reducción del déficit en un 0,5% sobre el PIB cada año durante un horizonte temporal de máximo siete años y reflejarlo así en sus presupuestos. De no aplicarse las políticas necesarias para cumplir lo anterior, la CE sancionará al infractor.
¿Cómo ha evitado España entrar en el PDE?
Las finanzas de nuestro país no son precisamente ningún ejemplo de rigor y disciplina fiscales. La grasa de gasto superfluo y mal distribuido por su nula generación de riqueza es ingente. A ello añadir que en el actual ejercicio no tenemos presupuestos generales pues no se aprobaron ante la convocatoria anticipada de elecciones en Cataluña (los del año precedente han sido prorrogados, situación nada nueva en nuestro país). Esto, que agranda el deficiente funcionamiento de algunas administraciones públicas, tiene como lectura positiva que facilita la reducción del déficit con más velocidad ya que los impuestos suelen ser permanentes, mientras que los gastos quedan congelados.
Con todo, España cerró 2023 con un déficit del 3,6% que, aunque se sitúa por encima del límite del 3%, es visto como temporal por parte de la CE quien lo considera en vías de reducción y en línea, en estos momentos, con el todavía incumplidor déficit del conjunto de la UE que es del 3,5% sobre su PIB.
¿Dónde está la trampa, si la hay, de España?
Aparentemente, no hay trampa. Los datos mandan. Pero sí existe un matiz fundamental a tener en cuenta: la base para el cálculo del porcentaje de déficit es el PIB del país y resulta que el español lleva un favorable recorrido en los últimos dos años y también en el presente, al menos bastante mejor que Italia y Francia. Estos países bordearon la recesión durante el pasado año y aún no consiguen dar el salto de crecimiento propio de las principales economías de Europa en un entorno benigno de crecimiento global. De hecho, el PIB español ha crecido +0,7% en el 1T-24 versus +0,3% y +0,2% de los otros dos países.
La base para el cálculo del porcentaje de déficit es el PIB del país y resulta que el español lleva un favorable recorrido estos años
Hay varias razones que explican el comportamiento diferencial de la economía de nuestro país y destacaré tres: el auge del turismo que superó en 2023 los 85 millones, récord de personas y de ingresos, el avance de la construcción y de la compraventa de viviendas, especialmente en zonas turísticas, y la creación de empleo, consecuencia en gran medida de las otras causas mencionadas (veníamos de muy abajo y eso ha facilitado la reducción del paro, aunque sigamos siendo los líderes europeos del desempleo). Además, somos, al menos por ahora, un país con un elevado grado de seguridad ciudadana, lo que nos diferencia, en esto para bien, de otras zonas competitivas en materia turística. También es igualmente importante contar con un nivel de precios, comparativamente con otros destinos, que facilita la venida de todo tipo de turistas.
Lo que supone realmente de beneficioso para España no haber entrado en el PDE y una breve conclusión inversora
Como acabo explicar, España se ofrece bien hacia el exterior en diversos segmentos de la economía. Pero no debe vender solamente sus playas, también debe presentarse como una zona atractiva para inversiones foráneas, máxime cuando estamos obligados a colocar nuestra deuda pública para financiarnos y hacerlo al menor coste posible. Pues bien, el hecho de no haber entrado en el PDE facilita sin duda los citados objetivos, ya que soporta nuestro rating y, en definitiva, fomenta nuestra imagen de solvencia hacia el exterior. A este respecto, conviene recordar que Moody’s confirmó hace unos meses nuestro «Baa1» mejorando su perspectiva a positiva. No obstante, las agencias de calificación vigilan el riesgo que supone tener un Gobierno apoyado en partidos separatistas, lo que ocasiona una fragilidad que S&P recordaba en su última evaluación del rating español. En este entorno que conocemos tan bien, ayuda todavía más el no haber entrado en el PDE.
¿Estamos entonces ante un buen momento para comprar Bonos del Estado español? Sí, y por varios motivos.
De todas formas, sopesando la inestabilidad política y el Gobierno que nos consume, viene bien recordar la frase popularizada por el escritor americano Mark Twain, que en el siglo XIX ya percibió el componente de juego y farsa que con frecuencia tienen las finanzas públicas: «There are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics» («hay tres tipos de mentiras: mentiras, mentiras malditas y las estadísticas»). Asesórense bien y sean prudentes.