El triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil arroja más luz de lo que parece sobre los movimientos populistas que tienen cada vez más peso en muchas zonas del mundo. Puede suponer grandes cambios para la mayor economía de Latinoamérica y así lo están reconociendo, positivamente, los mercados financieros. Pero no me centraré en eso, sino que intentaré exponer las verdaderas causas de su victoria en las urnas y alguna lección para España en estos momentos.
El cansancio de un pueblo en su día ilusionado
Un buen amigo empresario español afincado durante muchos años en Brasil me explicaba el resultado electoral: “Bolsonaro no tiene ni idea de gobernar… pero sin duda era él y la derecha o un golpe militar. Sin ninguna duda. Está apoyado por todo el motor económico del país y por los evangelistas que tienen enorme influencia. Su victoria es buena para Brasil pues va a limpiar la Administración y poner “expedientes limpios” a trabajar e intentar sacar de la miseria al país. Pero, no nos engañemos, allí muchos reconocen que dentro de cada brasileño hay un corrupto, que lo llevan en la sangre. No obstante, lo que importa ahora es si estos nuevos políticos van a lograr sacar de la ignorancia a las grandes bolsas de pobreza y éstas van aceptar que no se les regalen las cosas”.
Continúa: “El resto del mundo capitalista, incluida China, estaba deseando la llegada de Bolsonaro al poder para dejar atrás el bolivarianismo cerril y proteccionista y aspirar a una economía más liberal: al fin y al cabo se trata de un mercado de 210 millones de personas, de una potencia económica”.
Y concluye: “La mayoría de brasileños saben exactamente lo que ocurre (atasco de la Administración, corrupción de la policía, inseguridad en las calles, drogas, etc…) y más los empresarios que durante estos últimos años han sufrido una insufrible burocracia, lentitud para cualquier gestión administrativa, presión a la empresa, impuestos y pocas ayudas; todo ello les hizo a muchos quedarse obsoletos en estos últimos 3 – 4 años, desde el final de Lula”.
Me parece el análisis más clarividente, a la vez que sincero y fuera de influencias políticas, que he leído sobre lo acontecido en Brasil. Pese a que no gusten muchas cosas de tono populista del nuevo Presidente de Brasil (como pasa con Trump), es él quien va a encabezar la cruzada de superar la fragilidad de la economía brasileña controlando la creciente deuda que ahoga al país y ganando así la confianza de los inversores internacionales. No sólo los brasileños, todo el continente latinoamericano se beneficiaría de ello.
El caso español: entre el asombro y la creciente desconfianza
Contaba Expansion.com la pasada semana cómo el PIB español había crecido un +0,6% en el tercer trimestre del año, según el avance de la Contabilidad Nacional, dejando la tasa interanual en el +2,5%. De esta manera, el año 2018 va a ser el quinto consecutivo en que España crezca muy por encima de la media europea.
En el desglose de componentes del indicador, se expone cómo la economía española se vio impulsada por el consumo interno y por el gasto público que encadena siete trimestres de subidas. Sin embargo, la inversión, por su parte, aunque aumenta un +1% entre julio y septiembre, se desacelera desde el +3,5% por la débil evolución de todos sus componentes: vivienda, maquinaria y bienes de equipo, así como el epígrafe de productos de propiedad intelectual que registró una tasa negativa del -0,2% en contraste con el crecimiento experimentado en trimestres anteriores.
Muchos inversores no residentes, favorablemente asombrados por la fortaleza del crecimiento español en los últimos años, están siguiendo con recelo lo que está ocurriendo en nuestro país desde la llegada hace cinco meses del nuevo Gobierno de la Nación. El proyecto de Presupuestos Generales que supone un incremento de gasto y un aumento de impuestos que afecta especialmente al tejido empresarial español y a la clase media, supondría un giro en la senda de crecimiento emprendida por nuestro país tras la grave crisis financiera e inmobiliaria que padecimos, como escribíahace unos días en el post “Brexit, presupuestos y otros engaños”.
El camino equivocado
Felizmente para nosotros, España, país desarrollado del primer mundo, está muy lejos de la compleja realidad brasileña y de su economía emergente. Pero la decadencia experimentada por Brasil a la que le han conducido sus políticos y la respuesta de los votantes en las últimas elecciones, son un buen ejemplo de lo que puede suceder a un país cuando sus autoridades gobiernan casi exclusivamente para mantenerse en el poder, aunque para ello tengan que llevarse por delante buena parte de la prosperidad alcanzada gracias al esfuerzo de los ciudadanos.
Asesórense bien y sean prudentes.