Elecciones EEUU, Donald Trump

Elecciones en EEUU: en juego más de lo que parece

En las elecciones de hoy, cinco de noviembre de 2024, nos jugamos mucho más que tener un estruendoso y con frecuencia intolerante Presidente como Trump o una advenediza Presidenta como Harris.

Nunca me ha atraído el “american way of life” y siempre he repudiado las elevadas dosis de hipocresía con que los estadounidenses enfocan la política, la religión y la sociedad en general. Pero la decadencia de Europa tanto en lo económico como en su escala de valores y en su clase política la cual por mantenerse en el poder no duda en mentir y engañar sin rubor, me obliga a reconocer la trascendencia cada vez mayor de Estados Unidos en el devenir del planeta en que vivimos. Como contaba aquí hace dos meses, en las elecciones de hoy, cinco de noviembre de 2024, nos jugamos mucho más que tener un estruendoso y con frecuencia intolerante Presidente como Trump o una advenediza Presidenta como Harris a la que nadie quería como candidata en su propio partido.

La economía siempre importa

En líneas generales, un triunfo de Trump implicaría una reducción de impuestos y, por tanto, más déficit fiscal y, previsiblemente, más deuda. Por un lado, el crecimiento se vería favorecido por el consumo en el corto plazo (menos impuestos supone más capacidad de gasto) y por la palanca de una menor regulación en diversos sectores empresariales, pero, por otro, la fuerte subida de los aranceles comerciales que prevé implementar sería inflacionista y dificultaría la continuidad en el ciclo de bajadas de tipos de interés por parte de la Fed, lo que podría ralentizar el crecimiento. Algunos sectores, como el de las energías renovables, saldrían perjudicados en el corto plazo y otros, como el financiero, el energético y, parcialmente, el tecnológico, serían beneficiados por una mayor liberalización y flexibilidad normativa.

Si gana Harris las empresas americanas y muchos particulares pagarían más impuestos, lo que, con una buena gestión del gasto público podría reducir el déficit y el peso de deuda sobre PIB, claves para la imagen de solvencia de EEUU y la estabilidad del sistema financiero global. Pero los deseos de beneficiar en exceso a las energías verdes y las ayudas en salud y en compra de vivienda le podrían salir caros al ocasionar un aumento del gasto público que dañaría las ya deterioradas finanzas públicas estadounidenses. Salvo que Harris transmitiera contundencia y agilidad en su gestión, contingencia más que dudosa con un Congreso previsiblemente en contra, la cotización del Dólar sufriría también por las dudas que despertaría su administración.

En cuanto al comercio internacional, no creo que la política de aranceles de una administración dirigida por Harris sería muy distinta con respecto a la de Trump y me temo que la guerra comercial con China está garantizada gane quien gane. Veremos en qué medida y hasta qué punto se extiende o no a Europa.

Huelga decir que hay muchas más cuestiones relevantes para la economía americana, como la inmigración legal e ilegal (ésta se ha disparado con Biden) y la gestión de los riesgos geopolíticos (Ucrania, OTAN e Israel), pero estimo que lo explicado, de manera muy resumida, describe bien el marco en el que cada candidato se moverá y las principales consecuencias de ello. Con todo, creo que el crecimiento de la economía en Estados Unidos continuará, a mayores tasas con Trump, business man con triunfos y fracasos pero siempre cercano a los trabajadores, que con Harris, sonriente jurista conocedora de los entresijos de Washington pero alejada del mundo de la empresa. El avance económico seguirá apoyándose en el emprendimiento e innovación empresariales unidos a la capacidad de sacrificio y flexibilidad laborales que continuarán siendo bandera de la sociedad y de la economía americanas, lo que me hace sentir envidia sana como europeo.

En EEUU, lo que no vemos en el proceso electoral y después de él, resulta ser lo más trascendente. Me refiero a las múltiples fuerzas económicas y lobbies que condicionan la gestión de los políticos y que, hoy en día especialmente, manejan los movimientos que subyacen en las decisiones de la Administración. En esa amalgama de intereses se mueve lo que muchos denominan el «Estado Profundo» o Deep Estate, que no es otra cosa que la existencia de un Estado dentro del Estado.

Según los defensores de la teoría del Deep State, existe una red de funcionarios públicos que operaría secretamente para impedir que la “Administracion oficial” lleve adelante sus políticas. Su actividad no se limitaría a EEUU y también alcanzaría a otros países. Dicho de otra manera y según fuentes de la BBC, hay gente que secretamente en algún lugar, a cubierto de la burocracia, estaría manipulando la vida pública y filtrando informaciones, verdaderas o falsas, a favor o en contra de determinados políticos cuyas actuaciones estarían de este modo coartadas. Así de nervioso reaccionaba Rishi Sunak, anterior primer ministro del Reino Unido, en marzo pasado, a preguntas de un diputado conservador sobre si su predecesora en el cargo, la también conservadora Liz Truss, había sido condicionada por el Deep State. De hecho, la ex primera Ministra, se pronunció sobre ello públicamente afirmando que algunas de sus políticas de reducción de impuestos estaban siendo saboteadas por el Deep State.

¿Obsesión conspiranoica? Creo que, como cuenta en su blog Fernando del Pino Calvo Sotelo, “la cuestión de fondo de estas elecciones es saber qué candidato plantará cara al poder desbocado del Deep State, (…) que se ha convertido hoy en una grave amenaza para el proceso democrático y para la libertad de expresión en EEUU”.

En unas horas conoceremos quién será el Presidente y la reacción de los mercados

Lo que escribo en el antetítulo sucederá siempre que se produzca una victoria limpia, es decir, holgada, por parte de uno u otro candidato, lo que es clave para la estabilidad política, social y económica americanas y, sin duda, para los mercados financieros, que se moverían inseguros y vacilantes ante un resultado ajustado y el riesgo de impugnaciones.

Un Trump como claro ganador traería un impulso añadido para la Bolsa americana pero, atención, solo en el corto plazo. Luego vendrán valoraciones en función de las cuentas de resultados del último trimestre del presente año y, aunque la inercia corporativa es favorable, está por ver qué sucederá. En cambio, el precio de los bonos soberanos probablemente caerá (sus rentabilidades, siempre a la inversa, subirán), como lleva descontando el mercado en recientes semanas. El Dólar se reforzará un poco más, aunque también aquí, el mercado ya lo ha descontado durante el mes de octubre.

¿Sucedería exactamente lo contrario en caso de una victoria de Harris? No automáticamente, si bien el corto plazo sería sin duda más volátil, pero sÍ conforme se confirmaran sus principales políticas descritas al comienzo de la columna, lo que supondría una rotación en la inversión en sectores bursátiles resultando ganadores los asociados a la transición energética, las marcas líderes en la fabricación de coches eléctricos y las empresas vinculadas con la construcción de vivienda.

Una presidencia de Harris junto con un control parcial o total del Congreso por los republicanos, como sucede en estos momentos (recordemos que en estas elecciones, además de elegir presidente, se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado), no sería un mal escenario para los mercados, pues se evitaría un aumento desmesurado del gasto público y acotaría potenciales subidas de impuestos.

Veremos y, en todo caso, God Bless America.