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El rentista ha vuelto y qué bien vive

Una inflación que todavía dista de estar bajo control hace que las reuniones de los bancos centrales sigan concitando una expectación desmedida. Hace unos días la Reserva Federal estadounidense decidió mantener los tipos de interés (5,25% el tipo director), decisión que aceleró las ventas en la renta fija y elevó los tipos soberanos a 10 años a máximos desde 2007, acercándose al 4,5%. Unos días antes, el Banco Central Europeo sí que subió su principal tipo de interés de referencia hasta el 4,50% y empujaba hacia arriba la curva de tipos del Euro situándose el bono a 10 años alemán muy cerca de sus máximos de 2011 en plena crisis financiera. Los tipos de intervención oficiales, las curvas de tipos soberanos y, en consecuencia, las rentabilidades de la renta fija privada, se mueven a niveles más que atractivos para el inversor, especialmente si lo que éste busca son rentas.

Cuanto peor, mejor

Aunque algunos lectores estarán familiarizados con ello, aclararé que el título de esta columna se refiere al fenómeno que lleva ya produciéndose algún trimestre en los mercados de acciones y de bonos consistente en que la llegada de algunas malas noticias sobre la evolución de la economía (aumento del desempleo y caída del PIB especialmente) ocasiona subidas en los precios de la renta variable y de la renta fija. Curiosa reacción que tiene su explicación.

Agosto en cuatro ideas

Lo sucedido en los mercados financieros y en la macroeconomía que los sobrevuela durante el casi acabado mes de agosto puede resumirse en la siguiente frase: en la economía estadounidense, el riesgo de recesión ha sido reemplazado por una elevada probabilidad de aterrizaje suave y en la europea la ralentización continúa. De acuerdo con ello, tipos largos americanos al alza (en máximos de casi 15 años) y tipos europeos más o menos como los dejamos a final de julio. Pondré algo más de detalle.

El avance, no avance, del coche eléctrico

El caso de Tesla es un buen ejemplo de la imposibilidad del coche eléctrico como única alternativa a los vehículos con motor de combustión interna. El fabricante americano es en la actualidad un símbolo que muchos nos venden como el adalid de un cambio irreversible, sobre todo aquéllos que pregonan la prohibición del coche impulsado a gasolina (la UE ha prohibido la venta de coches de gasolina o diésel a partir del año 2035 con la salvedad de la todavía carísima gasolina «sintética»). Tesla publicó recientemente resultados y la interpretación de éstos dice mucho del fondo de esta cuestión. 

Temporada de beneficios, ¿también de ventas?

La temporada de resultados empresariales que ahora comienza en EEUU no puede presentarse más apasionante para los inversores en renta variable. Y no tanto porque se esperen grandes sorpresas en el conjunto del mercado sino porque, después de las fuertes alzas acumuladas en lo que llevamos de año por los Magnificent 7 tech stocks (sí, «Los 7 magníficos», como la película) cualquier variación especialmente negativa en los resultados/ingresos de Apple, Amazon, Alphabet, Meta, Microsoft, Nvidia o Tesla podría ocasionar un efecto cascada de caídas con contagio al sector tecnológico y al resto de las bolsas. Veamos primero los datos. 

Las Bolsas en los próximos meses: 5 PyR

En el primer semestre del año la mayor pare de los activos de inversión ha tenido un buen comportamiento, aunque con mucha dispersión de resultados. Y ello pese a que hemos sufrido una inflación a la baja pero persistente, agresivas políticas monetarias de los bancos centrales, un crecimiento económico desacelerándose (más en Europa que en EEUU) y unas previsiones de beneficios corporativos que van disminuyendo.

Aclarando los tipos y lo que pasará

La semana que hoy acaba ha estado trufada de reuniones de los bancos centrales. Éstas se siguen ahora como si se tratara de la final de la Copa de Europa (me gusta más así que lo de liga de campeones). El exceso de información, mucha de ella confusa, no ayuda a situarse en lo que realmente está sucediendo en las economías de los países desarrollados. Centrándome en EE.UU. y la Eurozona, intentaré aclarar lo más relevante. 

Con el miedo en los bolsillos

Así es como acabó el mes de mayo. Superado el denominado debt celing o techo de deuda en Estados Unidos como era de prever, ahora los mercados vuelven a la realidad macroeconómica (inflación/tipos) y a observar el crecimiento de los  beneficios empresariales. Todo ello es, en estos momentos, especialmente complejo e incierto. De ahí que el temor de muchos inversores a caídas fuertes y repentinas en las Bolsas va en aumento pero, a la vez, lo ocultan a la vista de los minirallies que ofrece el mercado como ha sucedido en las primeras sesiones de junio. Datos contradictorios y análisis discordantes confunden a los inversores y dificultan su elección de activos. Intentaré disipar dudas. 

Falso default, ¿engaño a inversores?

No he querido escribir hasta ahora del famoso debt ceiling o techo de deuda, que así se denomina el límite de gastoque normativamente se autoimpone el Gobierno de Estados Unidos confiando en que se lograra solucionar. Sin embargo, más allá del debate político y financiero, puede convertirse en una realidad dentro de unos días (el 1 de junio próximo) y muchos americanos dejarán de recibir pagos desde la Administración y cualquier tenedor de bonos públicos americanos, treasuries, podría no cobrar sus cupones ni amortización de principal. Parece serio. A mi juicio, sólo parece, pues, como dicen los anglosajones, en todo esto hay más humo que fuego.

Carteras equilibradas, ahora o nunca

Después de un largo camino por el desierto de los tipos de interés a cero/negativos y tras un año 2022 con resultados nefastos para las carteras que combinaban acciones y bonos (directamente o vía fondos de inversión), en estos momentos una cartera equilibrada entre renta variable y renta fija muestra una satisfactoria expectativa de rentabilidad ajustada al riesgo siempre que la selección dentro de cada tipo/categoría de activo sea la adecuada. Ya se sabe que las acciones tienden a generar rentabilidad a largo plazo y los bonos a reducir su consabida volatilidad facilitando retornos estables y minorando la citada volatilidad intrínseca a las Bolsas.