No ha podido ser más intenso el comienzo del nuevo curso tras un agosto atípico, sobre todo en España con su turismo extranjero ausente. La intensidad se debe a la llegada de algunas noticias que no por esperadas, al menos parcialmente, dejan de ser más llamativas. Me refiero al regreso de las fusiones bancarias en España, la aceptación implícita por parte de la Reserva Federal de que la inflación ya no es un problema y, cómo iba a olvidarlo, el desplome del Nasdaq con las FAANG impulsando las caídas y Apple batiendo récords pero esta vez negativos: la compañía de la manzana bajó el pasado jueves un -8% lo que supone el mayor descenso de la historia en capitalización de mercado con 180.000 millones perdidos en una sola sesión. Centraré la columna de hoy en lo sucedido en nuestro, económicamente hablando, dolorido país a la que la fusión de Bankia y Caixabank le viene muy bien.
Fusión de Bankia: la mejor noticia en mucho tiempo para el Presidente Sánchez y también para España
Bien sea por los adversos efectos colaterales que para el sector bancario está teniendo la crisis sanitaria o bien por las presiones para su privatización de la Comisión Europea y del BCE (de Guindos, vicepresidente de éste, insistía en ello el pasado julio), es muy probable que Bankia vaya a dejar pronto de ser un banco público (el Estado español todavía es mayoritario en su accionariado).
Desde que se rescató por el FROB, triste episodio como otros de esa época, y la primera colocación de acciones de febrero 2014, el dolor de cabeza que la presencia de Bankia ha supuesto para las cuentas del Estado español ha sido ininterrumpido. Más allá del derrumbe de su cotización bursátil, la anomalía que supone en la Europa del Euro la existencia de un banco público durante tantos años es inadmisible, por no hablar del recuerdo a la crisis financiera/inmobiliaria que comenzó en 2008 y que obligó a una actuación pública más que problemática y poco transparente cuyas pérdidas seguimos arrastrando.
De ahí las citadas presiones de la Unión Europea y la búsqueda de alternativas que no acababan de aparecer hasta la llegada de esta jugada, a mi juicio maestra, con Caixabank. La califico de este modo porque si Caixabank y Bankia acaban finalmente fusionándose, se alcanzan simultáneamente varias metas: limar sutilmente el sesgo catalanista desfavorable que a Caixabank tanto le ha perjudicado en algunos momentos fuera de su región de origen, reducir la participación del Estado a un llevadero 14% (ahora en torno al 60%), cumpliendo así con lo que Bruselas pedía insistentemente y hacerlo cuando el Gobierno necesita que la imagen de España sea lo más favorable posible para así poder recibir las ayudas europeas dirigidas a superar la crisis asociada al Covid-19 y, último pero no menos importante, diluir la aspiración de crear un banco público que los socios de Gobierno del Presidente Sánchez tanto anhelaban. ¿También será este movimiento el impulso que necesitaban otras entidades, antiguas cajas básicamente, para retomar sus frustrados procesos de fusión? Está por ver pero es muy probable.
No todo va a ser bueno
La otra cara de la moneda es la gestión del monstruo bancario resultante: un grupo financiero con activos por importe de 650.000 millones de euros, más de 6.600 sucursales (4.400 la entidad de origen catalán y más de 2.200 la entidad privatizada) y una plantilla conjunta superior a los 51.000 empleados (casi 35.600 CaixaBank y unos 16.000 Bankia). Todo ello en un momento en que la banca presencial está dejando definitivamente paso a la banca on line. Aunque Goirigolzarri sea un gran gestor (parece que el vasco va a presidir el grupo fusionado), las dificultades para gestionar la entidad fusionada son más que evidentes: cierres de oficinas (¡qué mala inversión puede llegar a ser un local con un banco de inquilino!), despidos, comunicaciones a clientes a los que muchos les puede contrariar la fusión, etc. ¿Serán igual de importantes las sinergias? Veremos.
Acabo con un aviso a navegantes: cuidado con la especulación en estos momentos con valores financieros de la Bolsa española pues puede acarrear más disgustos que alegrías. Al que quiera intentar beneficiarse de la situación del sector le recomiendo uno de los fondos de acciones españolas que más peso tiene en este tipo de valores, que lo hay y brillante.
Asesórense bien y sean prudentes.