Vaya por delante que comparto varias de las críticas que está recibiendo el Presidente del Banco Central Europeo (BCE) tras las medidas recientemente anunciadas, pero también aprecio su indudable valor y conveniencia ante la falta de otros estímulos para la economía europea. La huida hacia adelante es evidente pero el precipicio sigue ahí y son las que considera más favorables en el difícil entorno en que se mueve la Eurozona. La actuación de Mario Draghi se resume fácilmente: lograr lo que los políticos no consiguen por su inacción. Ante la ausencia de medidas liberalizadoras de sectores económicos anclados en la regulación y la subvención, incremento de la carga impositiva en los Estados que deteriora el consumo y falta de adelgazamiento de las administraciones públicas, al BCE no le queda otra solución que echar más gasolina en un motor, la economía europea, que ya tiene el depósito lleno pero al que le faltan caballos de potencia.
Subida de las bolsas como consecuencia indirecta
El anuncio del BCE ha impulsado el precio de la renta fija y, sobre todo, el de la renta variable. Su objetivo directo no es hacer subir los mercados, esto es un efecto colateral. Deseado, eso sí. Lo que busca Draghi es inyectar dinero en la economía e impulsar el consumo para sortear el riesgo de deflación, fortaleciendo así el todavía tímido crecimiento europeo. Todo ello, unido a la mayor presión sobre el crédito bancario que debería ganar fluidez, beneficiaría al crecimiento de las cuentas de resultados de las empresas. No obstante, los frutos nunca son inmediatos y los resultados finales son más que inciertos, pues ni los consumidores ni la banca cuentan todavía con la suficiente confianza para cumplir sus cometidos (consumir y dar crédito). Pero las bolsas, como siempre sucede, tienden a adelantarse al desenlace en la economía real. De ahí que sean cada vez más los que piensan que podemos estar ante la creación de otra burbuja en la renta variable.
El entorno actual no favorece el crecimiento
Escuchaba recientemente a uno de los responsables de Pimco, financiera estadounidense con presencia global que se sitúa entre las mayores gestoras de fondos de inversión del mundo y con uno de los análisis macroeconómicos más potentes. Recordaba las tendencias clave que Pimco denomina como secular themes:
– A pesar del desapalancamiento del sector privado, en los países desarrollados continúa existiendo un exceso de deuda muy elevado que supone un permanente freno para el crecimiento.
– La población de Occidente envejece, crece más el número de jubilados que de nuevos trabajadores, lo que limita la capacidad de consumo e incrementa el peso de las pensiones.
– La cada vez más abundante regulación de los sectores económicos supone otra barrera, especialmente para la actividad bancaria donde las recapitalizaciones de los bancos dificultan la fluidez del crédito. Bien está que el sector bancario sea solvente, pero no a costa de vivir dentro de una burbuja fuera de la economía real.
– La evolución de la economía china, probablemente en unos años la mayor del mundo, aumenta sus incertidumbres por su sistema bancario en la sombra como fuente de riesgo.
Conclusión: el entorno no facilita un crecimiento económico fuerte y, sin éste, es difícil que las bolsas mantengan su brillante trayectoria.
Mantenimiento de tendencia o creación de burbuja
Para resolver la dicotomía, debemos considerar las dos dimensiones comentadas en este post:
– Un entorno económico poco favorable en el que lograr un crecimiento modesto mantenido en el tiempo con baja inflación es a lo máximo a lo que podemos aspirar.
– Los principales bancos centrales manteniendo indefinidamente unas políticas monetarias ultra expansivas que permitan superar las debilidades estructurales de los países desarrollados que les impiden volver a crecer con fuerza.
A lo anterior añado una máxima que siempre se cumple en las bolsas: cuanto menos motivos fundamentales (basados en el crecimiento de las cuentas de resultados de las empresas) se encuentran para justificar una tendencia alcista, antes acaba llegando la corrección que, a veces, se convierte en un cambio de tendencia. Entonces, y en función de la violencia del giro del mercado, sabríamos si estábamos verdaderamente ante una burbuja y si ésta se ha pinchado. Hasta ese momento, los mercados habrían pecado de excesivo optimismo, habría un sobrecalentamiento de las bolsas u otras explicaciones más o menos espurias.
Encontrar el equilibrio
Me refiero al equilibrio en la inversión en activos financieros. No voy a entrar en la combinación bolsa– bonos–monetario que cada inversor, en función de su perfil, debe buscar, y tiene que ser la base de su cartera. Me centro únicamente en la renta variable obligada a ser el motor de rentabilidad del conjunto de activos financieros que forma un patrimonio y propongo para ella tres pautas de inversión:
– Diversificar sobreponderando Europa, pues el recorrido que quede a las bolsas está aquí más que en EEUU donde las valoraciones son más ajustadas. Algunos mercados emergentes ofrecen buenos ratios fundamentales pero su momentum es más complejo y su presencia debería contar ahora con menor peso.
– Analizar las compañías, favoreciendo aquéllas que por el crecimiento del sector al que pertenecen y su situación destacada en él, por la diversificación internacional de sus fuentes de ingresos, por las barreras de entrada de su negocio y el carácter necesario de sus productos y por su diferenciación de marca, o más bien, por un poco de todo lo anterior, presentan una perspectiva de crecimiento especialmente favorable.
– Incluir primordialmente en la cartera este tipo de empresas siempre que sus valoraciones, teniendo en cuenta todo lo anterior, resulten suficientemente atractivas respecto a su cotización actual como para contar con un elevado margen de seguridad al invertir en ellas.
Pero no nos engañemos, la bolsa es riesgo. Si hacemos todo lo anterior de la mejor manera posible y, a poder ser, de la mano de un profesional, también nos afectará un eventual pinchazo de la burbuja si ésta existe, pero lo hará en menor medida que si hubiéramos invertido en otro tipo de compañías. Y, lo que es más importante, experimentaremos antes las alzas cuando éstas lleguen, sobre todo si tienden a ser selectivas, discriminando las empresas con menor perspectiva de crecimiento y peor empleo de sus recursos. Selectividad de la que ya nos habremos beneficiado cuando la renta variable comience a cansarse de subir, fase en la que podemos estar ya entrando.
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