¿Es lógico tener tipos negativos?

El Tesoro español emitía la pasada semana letras con tipos de interés negativos. Quien las compró, perderá dinero con total seguridad si espera a vencimiento, pero puede que lo gane si el mercado profundiza en las rentabilidades negativas, lo que apreciaría el activo y haría atractiva su venta con plusvalía. ¿Por eso se venden estos bonos? ¿Sólo por la fuerza de la política de compra de renta fija impulsada desde el Banco Central Europeo (BCE) que hace subir su precio? ¿Es para estar orgulloso e indica fortaleza y solvencia como país? Contestaré brevemente a todo ello.

 

No sólo compran especuladores

 

Muchos adquirentes de deuda pública que ofrece rentabilidad negativa son inversores a los que, podría decirse, no les queda otro remedio. Se trata de inversores que por normativa legal o reglamentación interna, deben invertir imperativamente en activos de determinados emisores públicos y con niveles mínimos de rating. Entre ellos:

 

– Determinados fondos de inversión de tipo monetario o de renta fija a corto plazo (Fondtesoros en España  – hoy venidos a menos pero refugio siempre buscado – son un buen ejemplo).

Compañías de seguros que necesitan remansar provisiones matemáticas acumuladas por las primas cobradas.

Bancos con exceso de liquidez (casi todos, pues algo tienen que hacer con el dinero que no prestan), buscando evitar la penalización de la facilidad de depósito del BCE que hace que invertir en bonos con interés negativo pueda ser una mejor opción que aparcar en el supervisor europeo sus excedentes de liquidez.

– Inversores institucionales en general que desean/necesitan adquirir activos a corto plazo con buena calidad crediticia y que no quieren asumir el riesgo de tipos de interés en emisiones de plazos más largos con una curva en mínimos históricos en todas sus referencias.

 

La fuerza del QE de Draghi

 

El Presidente del BCE venció las reticencias alemanas y desde el pasado marzo impulsa la compra de 60.000 millones de euros mensuales de bonos mayoritariamente públicos hasta septiembre de 2016. Esto equivale a una inyección de algo más de un billón de euros, es decir, una compra de renta fija por importe similar al del PIB español. Por si esto fuera poco, existe el compromiso por parte del BCE de mantener las compras más allá de esa fecha si la inflación sigue sin acercarse al objetivo del 2% a medio plazo. Indudablemente, el riesgo de deflación es uno de los parámetros que más ha pesado para la toma de estas medidas.

 

Si quieren conocer cómo se han distribuido esas compras durante el pasado mes de marzo no tienen más que visitar la web del BCE donde, en un alarde de transparencia, se detallan importes y procedencia de los bonos adquiridos del denominado Public Sector Purchase Programme (PSPP), así como de los otros programas de compra de renta fija ya implementados con anterioridad y que todavía se sustentan. Visto lo cual, y teniendo en cuenta que, como sucede en otros mercados financieros, el precio de los bonos es el resultado de la relación entre oferta y demanda, se entenderá mucho mejor el porqué de las rentabilidades negativas en las últimas subastas de letras españolas.

 

Esto es especialmente llamativo sin tener una “capacidad extremadamente fuerte para cumplir con los compromisos financieros”

Llama poderosamente la atención que la financiación a tipos negativos le sobrevenga a España, país que continúa estando al borde del bono basura tras la reciente revisión de Standard & Poors. Esta agencia de calificación sigue manteniendo al Reino de España dentro de la categoría “BBB”, muy lejos de la triple A que nos asignaba a comienzos de 2009 al considerarnos entonces “totalmente capaces de atender nuestras obligaciones de pago”, justo cuando ya enfilábamos la mayor crisis financiera de nuestra Historia. Paradojas y sinsentidos de las agencias y de las reglas del juego económico global.

Es cierto que la mejora de nuestra economía es ya una realidad indiscutible, pero también es verdad que acumulamos deuda por un importe superior a nuestro PIB y que para ofrecer garantías sobre su devolución necesitamos al menos un ciclo de crecimiento sostenido de nuestra economía y una fuerte disminución del gasto público que ayude a reducir el déficit. De lo primero, hay atisbos. De lo segundo, todavía no. El camino se ha emprendido, pero aún queda mucho por hacer para superar completamente esta indómita crisis que todavía nos oprime. Ello dependerá, en parte, de si sabemos aprovecharnos como país de esta anomalía financiera que supone la financiación a tipos negativos que propicia el entorno descrito.

 

Conclusión para el inversor

 

Como he escrito ya tantas veces en este blog, caminamos por territorio desconocido o, al menos, poco explorado. Casi nadie duda de que en el mercado de bonos europeo hay una burbuja. Pero mientras ésta no explote, no podemos considerarla como tal. Cuando ello se produzca, las consecuencias serán muy dañinas para los precios de los activos de renta fija e híbridos a ella ligados. También para la renta variable, pero ésta es mucho más líquida y fácil de cubrir en situaciones de estrés. Sean prudentes y nunca olviden que hasta la tendencia más fuerte, acaba revirtiendo.

 

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