El comercio global impulsa el crecimiento. La correlación de ambas variables es altísima, cerca del 0,90%, y sólo se rompe en momentos de fuerte recesión como sucedió con la pandemia en 2020. Estados Unidos, que mantiene de lejos la hegemonía de su PIB sobre el de China y más todavía la de su divisa, tiene cuidado de que ese estatus de líder económico mundial no se altere. Sin embargo, poner en riesgo el desarrollo comercial de otros países puede complicar el escenario de progreso para todos.
Qué está pasando en China
China alberga la mayor base de consumidores del mundo y buena muestra de ello es el crecimiento del gigante del comercio electrónico Alibaba (el Amazon de allí) y su influencia en la evolución de la economía china. En estos momentos, parece, con datos socioeconómicos chinos todo «parece», que la clase media china se sitúa en torno a 500 millones de personas y que el consumo representa ya más de la mitad del PIB del país (en EEUU ese peso supera dos tercios del PIB). Lo anterior sustenta una economía capitalista de «mercado dirigido», no de libre mercado, que el régimen comunista administra anteponiendo su supervivencia a la prosperidad de sus ciudadanos.
En ese marco económico que a algunos podría parecer idílico, llegó la pandemia del covid con efectos devastadores. Desde entonces, la economía china no ha sido la misma y sus autoridades han intentado superar esa crisis impulsando el consumo de bienes producidos en China, es decir, pasar de una economía centrada en la exportación a un régimen basado en el progreso de la industria manufacturera y la venta de los productos producidos por ésta dentro del propio país. Esta política está ayudando al gigante asiático a salir del letargo económico potenciando la industria local en diversos sectores. Y ésta, con un consumo doméstico que va a más, produce más barato con altos niveles de eficiencia (los bajos salarios ayudan, obviamente) y cuenta con determinadas materias primas cuya producción en Occidente es muy reducida (el litio para las baterías es un buen ejemplo).
Qué está pasando en Estados Unidos
A pesar de que el actual entorno de crecimiento en EEUU es llamativo por lo sólido y envidiable por lo estable, los políticos estadounidenses temen por la resistencia de su economía en una economía globalizada. La cercanía de las elecciones, qué duda cabe, sesga al alza esa inquietud, al menos mediáticamente. Ven cómo la confianza del consumidor en las marcas chinas continúa creciendo y que algunas de esas empresas están superando a sus equivalentes estadounidenses o europeas. Por ello, la pasada semana, los candidatos a la presidencia estadounidense han querido dejar claro lo que harán en materia comercial, especialmente pensando en China, si ganan las elecciones. Lo resumiré a continuación:
– Biden, que ha mantenido la mayoría de los aranceles de Trump en vigor durante los últimos tres años, dijo que su administración aumentará este tipo de impuestos sobre numerosos bienes producidos en China, incluidos los vehículos eléctricos, los semiconductores y el acero. Las medidas afectarán a 18.000 millones de dólares en bienes importados de China, siendo especialmente llamativo el caso de los citados coches eléctricos, esenciales en la industria del automóvil en la actualidad con China liderando la producción y ventas en el mundo, en los que la carga arancelaria pasaría del 25% al 100%, así como en las baterías de litio con un aumento del 7,5% al 25%. Así es difícil que se abarate el coche eléctrico…
– Trump, que no podía mantenerse al margen de semejante anuncio por parte de su contrincante en la carrera electoral, prefirió, muy en su línea habitual, «tirar por la calle de en medio»: impondrá un impuesto del 200% a los vehículos fabricados en empresas chinas radicadas en… ¡México! (vía de elusión de aranceles) y prometió un arancel general del 60% sobre todos los bienes chinos. Más madera.
En definitiva, proteccionismo y freno al comercio internacional. Se trata de medidas que siempre acaban provocando destrucción de empleo y de riqueza y desincentivando los avances en productividad y tecnología, que es lo que realmente debería estar en el ADN de un tejido empresarial moderno y competitivo.
Una amenaza para el crecimiento
La aplicación de las políticas descritas traería tiempos de crispación y fomentaría una guerra comercial nociva para el crecimiento y, por ende, perjudicial para el mundo financiero y para los mercados públicos y privados de todo el mundo. Los primeros damnificados serían los países emergentes y/o en vías de desarrollo. Muy probablemente, Europa asistiría como convidado de piedra, postura usual de nuestra clase política que rara vez sale de su zona de confort para defender los intereses de los ciudadanos.
No obstante, veremos qué resulta de las elecciones americanas de noviembre y cuál es el estado de la economía americana en ese momento. En todo caso, ni los elegidos por Trump para acompañarle en su Gobierno (en él entraría probablemente el proteccionista radical Robert Lighthizer que cree que el libre comercio no existe) ni sus provocadoras soflamas (como pedir control antidopaje para Biden previo a los debates porque va «drogado como un cometa»), son buenos indicios para valorar lo que puede ocurrir el próximo año en la política comercial americana y en la economía global. No estoy seguro de si los demócratas están a tiempo de cambiar de candidato, pero creo que deberían sopesarlo. El motivo oficial sería sencillo pues a partir de los 80 años tiene uno más propensión a caer enfermo. Asesórense bien y sean prudentes.