El sentimiento de frentismo y fractura social invade el ambiente previo a las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos. El que parece será candidato demócrata, Joe Biden, junto con sus asesores y medios afines, se ha ocupado durante todo su mandato de fomentar esa atmósfera de polarización interesada y fanatismo irracional que tan bien conocemos por estos lares ibéricos de pantomima política interminable. Donald Trump, por su parte, denostado por muchos justa e injustamente, vela armas.
Algo de historia para entender lo que puede estar pasando
En los 70’s del siglo pasado los estadounidenses eligieron presidente a Jimmy Carter. Su mandato estuvo marcado por éxitos en política exterior y fracasos en economía motivados básicamente por lo errático e inestable de sus políticas sociales y de gasto. El resultado de éstas fue una dura estanflación (freno al crecimiento entre tensiones inflacionistas) y un calamitoso aumento del desempleo.
Luego, Ronald Reagan fue elegido a pesar del clamor de sus oponentes que lo veían como un político de alto riesgo que podía generar un conflicto nuclear. Con el presidente republicano ocurrió exactamente lo contrario: no sin sacrificios, Estados Unidos consiguió superar la estanflación, creó empleo como nunca antes se había logrado y trajo un benigno ambiente de paz social que sirvió de base para el crecimiento futuro del país americano.
Hace unos días conocimos que el PIB del primer trimestre de EEUU crecía mucho menos de lo esperado y que la inflación subía por encima de lo estimado. ¿Estamos ante un riesgo real de estanflación (estancamiento de la economía en un entorno inflacionista) como sucedió en la época de Carter? Así lo creen varios reputados analistas financieros americanos. Veremos.
Encuestas y sistema electoral muy especial
Según el grupo mediático americano Real Clear Politics que lleva a cabo un promedio de sondeos, si las elecciones presidenciales se celebraran hoy, Donald Trump tendría una ligerísima ventaja sobre Biden. Todo por dilucidarse entonces y más si consideramos la especialidad del sistema electoral estadounidense que determina que el resultado final no se decida mediante la suma del voto popular, sino a través de un proceso de sufragio indirecto basado en la elección y cómputo de los denominados votos electorales en cada Estado. El número de éstos varía en función del Estado y, normalmente, los votos electorales de un Estado van para el candidato más votado en el mismo, aunque haya vencido por un pequeñísimo margen. Este sistema –conocido como winner takes all (el ganador se lo lleva todo, sí, como la canción de Abba) puede llevar a la presidencia a un candidato sin ser el más votado según el recuento total, como aconteció con Trump cuando venció a Hillary Clinton en 2017.
El octogenario Presidente americano muestra una decadencia tanto física como política más que alarmante para sus seguidores. No obstante, éstos no han sabido elegir un candidato más adaptado a las necesidades del país y más capaz de ganar unas elecciones en un momento clave de la historia americana. El progreso de la globalización y los avances tecnológicos, con la IA revolucionando la vida social y de las empresas, modifican a diario el panorama económico estadounidense y global. Como para distraerse. Y que nadie dude de que la popular consigna «es la economía, estúpido» aparecerá constantemente en la campaña.
Los enemigos de Trump le achacarán que sus excesos habituales tienden a exacerbar los riesgos geopolíticos
Los enemigos de Trump le achacarán que sus excesos habituales tienden a exacerbar los riesgos geopolíticos y la guerra comercial con China. ¿Pero no está sucediendo esto también con las políticas de Biden?
Trump va a presentar sus lemas habituales con su trasfondo autoritario: rebaja de la presión fiscal, inversión en infraestructuras (muy obsoletas en EEUU) y reducción de regulaciones laborales y medioambientales así como de subsidios públicos. Es decir, considerar el esfuerzo y el trabajo como el eje del american way of life. Creo que pocas sorpresas veremos en materias tan sensibles como la sanidad y la inmigración, pero quizás sí en cuestiones de política exterior con un más que probable giro en el aparentemente contundente posicionamiento actual de EEUU a favor de Ucrania y un apoyo más convincente a Israel ante la amenaza iraní. Le asigno una probabilidad bajísima a un abandono de la OTAN como algunos analistas están vaticinando, ya que el lobby armamentístico nunca va a permitir que se pierda esa vía de salida de su «producto». No olvidemos que el principal beneficiario del conflicto entre Rusia y Ucrania es el país americano que ha logrado vender a Europa su gas procedente del fracking como nunca lo había hecho y ha llevado armas a Ucrania por cientos de miles de millones de dólares, amén de desgastar al sempiterno enemigo ruso.
Nada evidente todavía
No hay nada seguro en estos momentos sobre quién será el próximo Presidente de los Estados Unidos de América, pero considero indudable que lo que suceda en los próximos meses en la economía americana podría ser definitivo para que la balanza se decante hacia uno u otro candidato. Por ello, acabaré, como comenzaba esta columna, recordando al expresidente Reagan y una de sus famosas frases: «Una recesión es cuando tu vecino pierde su empleo. Una depresión es cuando tú pierdes el tuyo. Y una recuperación es cuando Jimmy Carter pierde el suyo».
Asesórense bien y sean prudentes.