La pasada semana di una conferencia en el marco de la Federación del Metal de Zaragoza (FEMZ). Había allí numerosos empresarios y primeras espadas del sector energético como Luis Atienza (ex ministro de Industria y ex presidente de Red Eléctrica) y Marina Serrano (presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica). Ambos expusieron con claridad lo que está sucediendo en España con el coste de la energía. Un servidor expuso la ponencia la «tormenta perfecta y la torpeza imperfecta», sobre el origen y la actual gestión de la crisis energética.
La tormenta perfecta
El mundo es energía. Sin ella, nuestro modelo económico se derrumba y, con él, el bienestar de los ciudadanos. De ahí que una de las claves para afrontar la actual crisis consista en identificar las principales variables que siempre influyen en su precio final:
El mix de producción de electricidad del que se dispone.Las condiciones climatológicas.El precio de los derechos de emisión de CO2.La demanda de empresas y particulares.
Las causas que están en la base de la tormenta perfecta para el precio de la energía se resumen en:
– La pandemia Covid-19.
– La salida fulgurante de ella con un salto de demanda (al menos en Occidente).
– Los cuellos de botella en las cadenas de abastecimiento para materias primas en general.
– El conflicto armado en Ucrania.La falta de previsión de autoridades y Gobiernos en general.
– La excesiva dependencia europea de proveedores externos – Rusia básicamente -.
– El sistema de subasta diaria para determinar el precio de la energía.
– La lentitud en la implementación de fuentes de energía alternativas (renovables) y la reducción del número de centrales nucleares: mala gestión previa en plena transición energética.
– Una inflación desbocada en Occidente que obliga a los bancos centrales a subir tipos lo que provoca una progresiva ralentización del crecimiento y una casi segura recesión.
Así las cosas, nos enfrentamos a un panorama complejo que obliga a escoger entre alguno/s de estos objetivos: el precio, la seguridad y fiabilidad del suministro y la reducción de emisiones. Conjugar los tres en estos momentos es una meta casi imposible de alcanzar como demuestran los pobres resultados de la cumbre climática COP27 que acaba de finalizar en Egipto.
Reducir emisiones pero no a costa del bienestar ciudadano y de las empresas
Si queremos reducir emisiones a medio plazo, lo mejor es desarrollar tecnologías que lo logren de forma barata y para eso hace falta crecimiento económico (un crecimiento que será mayor si tenemos energía barata). Como sabemos hay una tecnología que, con algunos matices por el lado de los costes, podría ayudar a lograr los tres objetivos citados: la nuclear. A pesar de su reconocimiento como «energía verde» por parte de la Comisión Europea al menos hasta 2045, hay países, el nuestro entre ellos, que la tienen vetada.
A lo anterior se suma el hecho de que el precio del gas natural en Europa es varias veces más caro que en EEUU quien está «haciendo su agosto» a costa de los europeos (el embargo a Rusia y la crisis con Argelia por Marruecos han empeorado la situación). Además, lograr la fiabilidad en el suministro obliga a no depender de los inestables principales suministradores de materias primas energéticas para la UE que, sin tener en cuenta a EEUU y a Noruega, son Rusia, Argelia, Qatar, Nigeria, Libia, Arabia Saudí, Kazajstán… Vemos que, incluso con la enorme inversión en renovables, la dependencia energética en la UE (proporción de importaciones respecto al consumo) no cae e incluso sigue creciendo ligeramente (en los últimos veinte años del 56,3 al 57,5% según datos de Eurostat).
Con todo, Europa es líder en reducción de emisiones pero, a nivel mundial, las emisiones siguen creciendo (aunque cada vez a una tasa menor). Y aquí surge otro debate: siendo el problema las emisiones globales ¿qué más da qué tú lo hagas bien si el vecino no te sigue? De hecho, podría ser incluso contraproducente, porque si la economía global se inclina hacia los países más contaminantes, la pérdida de peso de Europa puede provocar males mayores de los que su política industrial-energética quiere combatir y causar un potencial daño irreparable a su tejido empresarial.
Soluciones realistas para reconducir el precio de la energía
Básicamente tres:
– La tecnología y la innovación son decisivas: abaratar al máximo las instalaciones de electricidad renovable y facilitar su desarrollo administrativo: cuando el carbón sea más caro que las renovables no hará falta ninguna cumbre para que todos los países se conviertan en verdes.
– La necesidad de diversificar las fuentes energéticas es más apremiante que nunca. Incluso si el conflicto en Ucrania se resolviera mañana, las implicaciones estratégicas de depender de otro país como proveedor energético se han hecho patentes. Este deseo de seguridad energética apunta en adelante claramente hacia las renovables y, lástima del veto en España, a la energía nuclear.
– Incrementar la transparencia del regulador del sistema y de los datos procedentes de las distribuidoras para maximizar la eficiencia energética y el consumo inteligente.
Aplicando correctamente lo anterior, el objetivo de emisiones netas cero para 2050 podría lograrse de una manera favorable a los ciudadanos, a las empresas y al crecimiento, y no a costa de ellos.
Asesórense bien y sean prudentes.