El pasado fin de semana tuvo lugar la reunión de Jackson Hole con los grandes banqueros centrales del mundo, académicos, ministros de finanzas y algunos directivos de grandes empresas privadas. Se juntan cada año para debatir sobre la situación de la economía global y los retos a los que se enfrenta. Aunque, en general, su contenido y consecuencias son bastante improductivos, esta reunión era especialmente relevante por lo que dijera Jerome Powell, Presidente de la Reserva Federal (Fed).
Realmente, nada inesperado
Powell anunció hace un año en el mismo escenario un cambio en la forma de definir los objetivos de inflación y empleo de la institución que dirige, haciéndolos más flexibles y con el propósito de «lograr una inflación promedio del 2% a largo plazo«. Ese discurso se ha ido extremando conforme la inflación americana se disparaba en 2022 (actualmente en 8,5% interanual y 6,3% acumulada en el año).
De ahí que el Presidente de la Fed, ante la tesitura de elegir entre el dolor mayor que provocaría una inflación todavía más descontrolada, y otro menor, el que infligiría a familias y empresas una política monetaria más dura, confirmara la segunda opción, es decir, que la prioridad de la Fed es el control de la inflación y que la política monetaria deberá mantenerse restrictiva durante un tiempo. Eso sí, «data dependent» o en función de los datos que se vayan conociendo, siendo el más relevante el IPC de agosto (se publicará el próximo 13 de septiembre) que podría moderarse por segundo mes consecutivo gracias a la continuidad en la caída del precio de los combustibles.
Por parte de nuestro BCE el razonamiento fue muy similar al de Powell: aun a sabiendas de que las subidas de tipos debilitarán al mercado de trabajo, advirtió que «si no se restablece la estabilidad de los precios, el dolor será mucho mayor». No obstante, para el BCE la situación es más complicada que para la Fed ya que, con el proceso de subida de tipos ya comenzado a ambos lados del Atlántico, EEUU parte de una situación de prácticamente pleno empleo mientras que en Europa la economía está más débil y el riesgo de recesión es más elevado como recordó algún miembro del regulador bancario europeo. De fondo, la denominada «fragmentación» (algún país como Italia pagan cada vez más por su deuda que otros) y la consecuente debilidad del Euro que importa más inflación a la Eurozona.
En definitiva, lo que se dijo en Jackson Hole no fue nada realmente inesperado a pesar de que algunos confiaban en un mensaje menos agresivo en cuanto a tipos de interés después de la reducción del IPC de julio en EEUU. Con todo, los mercados de acciones reaccionaron con fuertes bajadas descontando la previsible caída de beneficiosque, después de un favorable periodo de publicación de resultados del segundo trimestre, puede producirse en el todavía inacabado tercer trimestre de 2022. ¿Sobrerreacción? A mi juicio, sin duda, pero el deslizamiento a la baja de los índices continuará seguramente en los próximos días.
Conclusiones para una cartera de inversión
Con inflación alta, tipos altos, crecimiento del PIB nominal alto pero con el PIB real (restando la inflación) debilitado por la menor actividad empresarial y la caída del empleo más un consumo lastrado por los precios, creo que el mejor enfoque inversor debe centrarse en:
– las acciones que muestren calidad, rentabilidad de los dividendos y valor en lugar de crecimiento,
– aprovechar las caídas de precio de la renta fija en el primer semestre y el presumible futuro positivo para el crédito – bonos privados – en lugar de los bonos del Estado,
– y seguir contando con activos reales y entre ellos las materias primas (no obstante, los precios de éstas podrían debilitarse si realmente la recesión global es profunda, escenario todavía improbable por la fuerza que todavía mantienen, al menos aparentemente, las economías china y americana).
Como inversión sectorial, el sector financiero puede destacar sobre otros pues, como reconoce el propio BCE, unos tipos más elevados tendrán un impacto «negativo, aunque contenido» sobre la solvencia de las entidades, si bien el saldo del nuevo contexto va a ser positivo para el sector.
Finalmente, la liquidez, mucho mejor remunerada que hace unos meses y las estrategias de valor relativo siguen teniendo mucho sentido en las carteras, sobre todo en las de sesgo más prudente, así como primar áreas de inversión ligadas a la sostenibilidad, al mundo digital y a la salud que se ven respaldadas por sólidos factores estructurales, e igualmente la agricultura/agribusiness ante la aún complicada situación geopolítica.
Todo ello eligiendo con esmero tanto los gestores como los pesos en cartera y el timing.
O sea que, ahora especialmente, asesórense bien y sean prudentes.
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