En medio del debate sobre si habrá o no recesión o incluso si estamos o no ya en ella, los mercados de acciones y de bonos han cerrado su peor primer semestre en décadas. Subyace una temida realidad que va más allá de la semántica académica (PIB se contrae durante dos trimestres consecutivos) y del suplicio del inversor que ve reducirse la valoración de su cartera. Me refiero al verdadero dolor económico y psicológico que un período verdaderamente recesivo causa en la ciudadanía. Por ello, creo que se hará todo lo posible por que no llegue demasiada sangre al río. Los políticos quieren salir reelegidos y los técnicos dependen de ellos. Pero veamos los datos y que cada uno juzgue.
Lo que nos lleva a la recesión: inflación, inflación, inflación
La subida tan fuerte de la inflación se debió inicialmente al aumento de los precios de la energía y a las disrupciones en las cadenas de suministros. Se esperaba que esto se relajara tras la normalización poscovid, pero la subida del IPC se ha visto relanzada por la guerra en Ucrania y los nuevos confinamientos en China, así como por el temor a que algunas de las fuerzas deflacionistas de los pasados años (globalización, comercio electrónico, avances tecnológicos, etc.) estuvieran perdiendo fuerza a gran velocidad.
Nadie duda ya de que la subida de los precios de la energía se ha trasladado a la inflación subyacente y el poder adquisitivo de los ciudadanos cae, lo que frena el consumo y, por tanto, los beneficios de las empresas y el empleo y con todo ello se para el crecimiento.
Bancos centrales no pueden/no saben cómo parar la inflación
La Reserva Federal avanza en la ya iniciada subida de tipos de interés todo lo que le dejan los políticos. El ritmo de ésta dependerá, sin duda, de la moderación de algunos componentes de la inflación en los próximos meses pero también de la voluntad de no provocar un parón económico que haga difuminarse el paraíso laboral americano.
El BCE, por su parte, se mueve entre dudas y miedos provocados por la poca inercia favorable de la economía europea en la salida del Covid que se frena a poco que algo se tuerza, por la desunión entre los Estados de la Unión Europea, e.g. la lamentable gestión del conflicto en Ucrania, y por el recuerdo de tiempos pasados cuando la deuda soberana de varios países de la Eurozona estuvo al borde de caer en default (impago) – de hecho Grecia lo hizo aunque se le «arreglara» para evitar males mayores (quiebra de bancos alemanes) -.
Falta de suministro de energía
En materia energética, EEUU aventaja a Europa por goleada. De ahí los barcos con miles de millones de metros cúbicos de gas natural licuado que nos vende desde que comenzó la invasión de Ucrania (sobre ello escribí en este blog explicando por qué Europa podía caer al abismo). Una interrupción prolongada del suministro de gas sumiría a Europa en una profunda recesión pues obligaría a racionar el gas a la industria. La penosa gestión de la crisis energética en Europa que nos pone a los pies de americanos y africanos podría tener consecuencias gravísimas para el tejido empresarial europeo. La depresión económica estaría a la vuelta de la esquina.
Lo que podría evitar la recesión: la inflación sí puede controlarse
La inflación podría comenzar a caer gradualmente en la última parte del año. Debemos considerar los efectos de los ajustes de las políticas monetarias de los bancos centrales (como muestra el stock de deuda con rendimiento negativo que ha caído desde más de 11 billones de USD a principios de 2022 a solo 1,6 billones de USD a 22 de junio de 2022 – dato de JP Morgan -), el control de la espiral salarial que ya se está intentando en numerosos países y, sobre todo, un cambio en el comportamiento de los consumidores que reducirían el gasto energético y en transporte en beneficio de productos más baratos. Éstos podrían recurrir al ahorro acumulado sin provocar de este modo una caída significativa del consumo agregado.
Además, es evidente que la mínima mejora de la tensión geopolítica derivaría en una fuerte caída de los futuros sobre gas y petróleo cuyos precios están alentados cada vez más por la especulación apoyada en factores exógenos, como la guerra en Ucrania, que por los verdaderos fundamentales económicos que, como sabemos, están perdiendo fuerza ante el temor a la recesión.
El impulso de la economía china
Tanto la economía china como sus mercados de acciones están rebotando tras una fuerte caída de la confianza empresarial y de los consumidores La contención de la pandemia está permitiendo relajar las restricciones, a la vez que el gobierno prioriza mantener la producción industrial y las exportaciones. El efecto favorable de esta favorable reacción se contagiará a otras zonas emergentes con problemas de inflación y de deuda mucho menores que los de Occidente.
Es llamativo el hecho de que EEUU contemple reducir los aranceles de la era Trump para productos importados desde China con objeto de que ello también ayude a frenar la inflación. ¡Cómo cambia todo en poco tiempo por el interés económico!
Empleo y actividad empresarial positivos
La mayor parte de las recesiones está causada porque las empresas se ven obligadas a reducir sus plantillas por una caída de las ventas y/o dificultades para financiarse. Por el momento, los mercados laborales en todo el mundo desarrollado siguen fuertes y, con los salarios al alza y la mayor renta disponible sostiene el consumo a pesar de la alta inflación. En definitiva, empresas y particulares están poco endeudados a diferencia de otras recesiones y esto debería evitar riesgos mayores.
Una recesión sólo basada en la inflación y en un giro de la política monetaria de los bancos centrales es perfectamente posible y ya ha sucedido otras veces, pero ahora tenemos unos tipos de interés bajísimos, bajo endeudamiento privado y unas causas muy acotadas del fenómeno inflacionista como explico más arriba.
Mi conclusión
Por un lado, es una realidad que la situación macroeconómica se está deteriorando pero, por otro, las dinámicas económicas y empresariales siguen sin apuntar a una recesión fuerte. La sólida situación del sector financiero y la necesidad de progresar en las transiciones digital y energética hacen que las empresas sigan invirtiendo y contratando, lo que podría compensar los impactos de la alta inflación y la carestía de materias primas.
El crecimiento podría reacelerarse si los efectos de estos factores comienzan a amainar. Si eso sucede, será evidente la sobreventa que en estos momentos experimentan los mercados que están descontando una recesión que, a la postre, no será probablemente tan intensa como esperan. Prudencia sin huir totalmente del riesgo es una visión razonable en un contexto que tiene todavía más incertidumbres que certezas.
Asesórense bien y sean prudentes.
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