Esta era la pregunta que estos pasados días se hacían numerosos inversores tras leer los informes que varios bancos de inversión, ante el auge de Podemos, han elaborado sobre el riesgo de España. La magnitud que está alcanzando la difusión del fenómeno de la corrupción política en nuestro país actúa de palanca en el lanzamiento de un partido político cuyo programa, si se aplicara, podría poner en peligro buena parte de los avances conseguidos recientemente en la economía española. En este post, me limitaré a exponer algunas de las consecuencias que ello tendría sobre los principales activos financieros cotizados.
¿Cómo lo ven desde fuera?
Para responder a esta cuestión me limitaré a transcribir, traducido, un párrafo que el último número del semanario The Economist dedica a la corrupción en España: “Las cuentas, desveladas tras los últimos arrestos e investigaciones, son la punta del iceberg de la corrupción que ahora amenaza con hundir el sistema político español. Hasta esta semana, el Presidente, Mariano Rajoy, y la corriente principal de su partido, estaban navegando alegremente. Ahora están peleándose por los botes salvavidas”.
Casi simultáneamente, el banco americano JP Morgan indicaba en su último informe sobre España que los tenedores de deuda se sienten inquietos por el ascenso de un «movimiento radical» que promete una auditoría para renegociar la deuda pública.
¿Puede bajar el precio los bonos españoles?
La respuesta es un sí rotundo. Influyen varios factores. El más evidente en el corto plazo no es el político, sino el financiero: el bajísimo nivel (por debajo del 1%) que ha alcanzado la rentabilidad del bono de referencia (bono alemán o bund) sobre el cual, incorporándole nuestra prima de riesgo, viene a calcularse la rentabilidad del bono español. Si la recaída en recesión de Europa queda como un espejismo, como esperamos muchos analistas y así se pronunciaba hace unos días el último informe sobre esta materia del Servicio de Estudios del BBVA, la rentabilidad que ofrece el bono alemán repuntará y su precio bajará (recuerdo, como siempre, que su movimiento es inverso).
Pues bien, de suceder lo anterior, la rentabilidad de los bonos españoles subirá en proporción equivalente a la del bono alemán y, a la inversa, insisto de nuevo, sus precios bajarán. Este movimiento podría compensarse con una reducción de la prima de riesgo: el porcentaje de subida de la referencia (bund) podría ser absorbido por una menor prima de riesgo y así el tipo de interés no variaría, con lo que el precio del bono no sufriría. Pero aquí entra el riesgo político: ¿qué van a hacer los tenedores extranjeros de bonos españoles cuando vean que un partido político cuyo programa contempla, como mínimo, una reestructuración de la deuda española, si no el impago, puede llegar al poder directamente o de manera indirecta mediante pactos? La respuesta es igualmente contundente: vender.
De esta manera, en los próximos meses, podemos encontrarnos en un escenario en el que la rentabilidad de nuestros bonos no sólo suba por el incremento de la rentabilidad del bund, sino que se lance para arriba, hundiendo su precio, por la ampliación de la prima de riesgo ante las dudas que de nuevo ofrece España como deudor. Cuesta mucho construir una buena reputación y muy poco perderla. Éste sería el caso de nuestra Deuda Pública.
¿Y la renta variable?
La mayoría de las grandes empresas cotizadas españolas son grandes multinacionales, lo que ayudaría a atemperar el daño que ocasionaría una espiral alcista de nuestro riesgo país. Pero recordemos que éste, en su acepción de riesgo soberano, lo define el Banco de España como “el que soportan los acreedores de los estados o de entidades garantizadas por ellos, en cuanto pueden ser ineficaces las acciones legales contra el prestatario o último obligado al pago por razones de soberanía”. De ahí que todas nuestras empresas se verían contagiadas, independientemente de donde obtengan sus ingresos, y automáticamente penalizadas a la hora de pedir financiación, tanto a bancos como al propio mercado. Sus cuentas de resultados, inevitablemente, acabarían reflejando ese mayor coste de financiación y la bolsa lo anticiparía con ventas.
La renta variable española experimentaría un movimiento típico de sobrerreacción a la baja a la espera de acontecimientos. Pocas compañías se salvarían, ya que el negocio doméstico se vería amenazado. El hundimiento de las cotizaciones de los bancos sería de órdago. De hecho, desde hace semanas, se percibe un movimiento cada vez más acentuado en el mercado no organizado de derivados, denominado OTC (over the counter), para cubrir posiciones en grandes bancos españoles.
Conclusión poco alentadora
Los no residentes tienden a reducir y vender posiciones en activos financieros sin mucha reflexión, sin esperar a que llegue un analista enviado por un dirigente político para explicarles que realmente no está pasando nada, que la situación, aparentemente tensa, está bajo control, y que las encuestas en España nunca aciertan. Que entidades extranjeras como JP Morgan, Merril Lynch, Barclays, Coface, etc., focalicen sus análisis en el riesgo que muestra España por su fragmentación política y por la inacción de los partidos tradicionales, es una puerta de entrada abierta a la volatilidad en nuestros mercados. El diario americano The Wall Street Journal equipara a Podemos con el griego Syriza, partido político que encabeza también las encuestas de opinión en Grecia, país que está ahora en puertas del tercer rescate. El cóctel Cataluña/corrupción/Podemos nos puede salir muy amargo.