En tiempos excepcionales como los que estamos viviendo, las visiones claras de la economía y de los mercados tienden a nublarse debido, por un lado, a la urgencia en la toma de medidas para frenar el caos y, por otro, a la permanente venta de su gestión a la que nos tiene acostumbrados la clase política. Ésta, y no entro en lo sanitario, materia en la que España encabeza los despropósitos seguida muy de cerca por EEUU, no está afrontando la gestión económica con suficiente valentía y talento.
Parar una economía es matar a los ciudadanos, no por el virus sino por su futuro
La gestora americana First Trust recordaba en su último Outlook semanal la obviedad de que cuanto antes la economía retome la actividad, menor será el daño a largo plazo. Por ello, creen que el Gobierno de EEUU debería de hacer un análisis del equilibrio del coste/beneficio entre el potencial daño a la salud de los ciudadanos y el deterioro económico que las medidas para el control del contagio del virus están ocasionando. Seguramente de este análisis surjan iniciativas legislativas para desbloquear más rápido y, a la vez, de manera calculada, la actividad industrial estadounidense.
Hasta ahora, todo han sido anuncios de medidas de ingentes inyecciones de dinero público en la economía para que la demanda de productos por parte de la población no se hunda durante demasiado tiempo. Lo anterior choca con la vida empresarial que puede acabar atrofiada y trae también consigo el riesgo de relanzar una inflación que en estos momentos es de las pocas variables favorables en el actual entorno.
Insiste el análisis de First Trust en lo indispensable de compatibilizar la apertura de más sectores de la economía, no sólo la distribución de alimentos y medicamentos, con el riesgo de contagio. Aquí es necesario ser creativo y valiente y se citan entre otras posibles medidas la de permitir a muchas industrias de sectores no tan afectados por la crisis la apertura de 24 horas dividiendo la plantilla en 3 turnos para mantener la producción y cumplir con los protocolos de seguridad sanitaria necesarios.
Lo que puede suceder en las Bolsas
La recuperación de las Bolsas que hemos presenciado en la última parte del mes marzo es altamente llamativa, especialmente en EEUU. También fueron sorpresivos los desplomes de la tercera semana de ese mes (caídas en torno al -12%/-13%, el segundo mayor desplome de la historia de las Bolsas estadounidenses). Creo que no debemos quedarnos ni con lo uno ni con lo otro. Veamos la valoración de la principal Bolsa del mundo, Wall Street, representada en su índice S&P 500:
- Las fuertes caídas de las primeras semanas de marzo llevaron el ratio precio/beneficio (PER) a 14 veces (nivel más bajo desde 2013)
- La recuperación subsiguiente (más de la mitad de la caída) lo ha situado en 18 veces, cerca de las 20 veces donde estaba antes de comenzar el declive (datos de Bloomberg.com).
De esta forma la Bolsa americana ha pasado de abaratarse desde niveles muy exigentes de valoración a volver casi al sitio de donde se situaba en febrero. El problema viene cuando reparamos en una gran diferencia entre el antes y el después del movimiento descrito: las previsiones de beneficios.
Tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008, conforme los beneficios se revisaban a la baja lastrados por la crisis financiera, las Bolsas de EEUU experimentaron varias falsas recuperaciones. La duda que nos asalta en estos momentos es si podemos estar ante un caso similar. La clave va a estar en la magnitud de las revisiones de beneficios de las compañías para este ejercicio y el próximo, tanto las que hagan los analistas como las de las propias empresas cotizadas. Esta semana comienzan a publicarse resultados del 1T20 y habrá que seguir especialmente las guías que para los próximos trimestres comunican las empresas. Si sucede algo similar a lo que asistimos en 2008, volveremos a ver descensos en los índices.
La probabilidad de que suceda lo anterior, la vuelta de los desplomes bursátiles, está íntimamente ligada a cómo la Administración americana afronte la actual fase de expansión del virus, tanto en el control del contagio y cura de los enfermos como en la gestión económica y financiera, la cual no debería de basarse exclusivamente en ampliar el balance de la Reserva Federal.
España: ni riesgos innecesarios ni bloqueo como única fórmula
Tras una fase de confinamiento y parón empresarial extremos y un tímido comienzo durante estos días de la salida de la hibernación para algunos sectores de la economía, creo que ahora la gestión de la crisis sanitaria debería de centrarse más en la corresponsabilidad pública y privada para que la depresión, adjetiven ésta de diversas maneras, sea menos dañina para los intereses de los ciudadanos. Todo ello con el obligado control público pero también con los debidos medios (tests, mascarillas, etc.), por supuesto.
Lo que está haciendo el Gobierno de España con el tejido empresarial me parece otra muestra de política fácil que se mueve entre las ayudas públicas y la desconfianza hacia el ciudadano al que muchos prefieren considerar como irresponsable e incapaz de asumir protocolos contra el contagio en su lugar de trabajo o en el acceso a determinados servicios. Todo, además, teñido de una maraña legal y burocrática que difícilmente, por tiempo y forma, permite a empresarios y trabajadores gestionar estas ayudas de modo que su impacto sea inmediato.
La consecuencia final es el bloqueo empresarial y millones de parados a las puertas. Nunca habrá ayudas públicas suficientes para frenar el nivel de desempleo que puede desencadenarse tras un parón empresarial como el que estamos viviendo. Es evidente que es imposible aplacar la epidemia con efectos automáticos sin hacer daño a la economía, pero tendría que aspirarse a hacerle el menor daño posible. Hay que dotarse de medios para el control de la epidemia, confiar en las personas y, sobre todo, pensar más en el bien común. A buena parte de los trabajadores españoles no les matará el virus sino la crisis a la que nuestra economía puede verse abocada.
Asesórense bien y sean prudentes.
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