Continúa hoy y acaba esta visión de los mercados financieros para el año 2020 y comienzo con un dato favorable: parece que los indicadores macroeconómicos han frenado su deterioro tras varios trimestres de retroceso. Mejoría que no debe hacernos olvidar que los tipos de interés a largo plazo continúan descontando un mundo estructuralmente frágil, necesitado de tipos reales permanentemente negativos y con dificultades para lograr tasas de inflación suficientes que ayuden a normalizar las políticas monetarias de los Bancos Centrales. Y es en éstos donde se encuentra otra de las posibles trampas para 2020.
El ahorro tradicional y los tipos de interés: los Bancos Centrales lo seguirán poniendo difícil
Los depósitos bancarios continuarán sin ofrecer rentabilidad al igual que la inmensa mayoría de las inversiones basadas en Deuda soberana a corto/medio plazo que se mantendrán en territorio negativo. Algunos bancos de la Eurozona están ya cobrando intereses en depósitos bancarios, repercutiendo así al cliente el coste que les supone depositar su dinero en el BCE. Los grandes inversores/ahorradores españoles ya están sufriendo tipos negativos en sus depósitos, sobre todo si la entidad les considera clientes «no vinculados», expresión equivalente a ser poco rentables para ella por no contar con otros productos bancarios o de inversión.
La trampa: en la primera intervención oficial de Christine Lagarde como Presidenta del BCE, se dejó entrever que se apreciaban síntomas positivos en la economía europea y, aunque la mejora económica no se traducirá en cambios a corto plazo de la política monetaria pues el IPC sigue sin repuntar, una redefinición del objetivo de inflación unida a la mayor confianza global podrían suponer un giro progresivo en la política ultra expansiva de la autoridad monetaria europea. Los grandes beneficiados de lo anterior serían los bancos y los mayores perjudicados los bonos soberanos donde podríamos ver caídas de doble dígito en los plazos largos. Cuidado con la teórica seguridad de la Deuda soberana.
La inversión en emergentes y la trampa china
En el mundo de los bonos, la renta fija emergente en divisa fuerte (Dólar y Euro) es el activo con mayor potencial de apreciación. El mantenimiento del crecimiento en China alentado por el eventual acuerdo comercial con EEUU debería de seguir impulsando el consumo de materias primas, lo que es una de las claves para la estabilidad económica en muchos países emergentes. Si a ello añadimos las políticas expansivas de los Bancos Centrales, los buenos fundamentales económicos en varias zonas con Asia a la cabeza y la menor fortaleza del Dólar salvo giro inesperado de la política monetaria de la FED (inesperado porque no olvidemos que Trump quiere salir reelegido en noviembre de 2020), hay que concluir que estamos probablemente ante una de las pocas fuentes de rentabilidad para el próximo año fuera de los mercados de acciones.
La trampa: igual que China lleva años impulsando el crecimiento global, es muy probable que sea también quien finalmente provoque una recesión de la economía mundial y la causa concreta más probable se encuentra en su elevada deuda privada (hogares y empresas) que no para de crecer. Pese a que China es una economía acreedora neta con el exterior, el excesivo endeudamiento podría pasar una cara factura a la economía asiática en forma de estallido de lo que cada vez parece más una burbuja inmobiliaria. El efecto de un desplome de la construcción y del precio de la vivienda en China tendría efectos devastadores en los precios de las materias primas y en las economías de sus principales productores (países emergentes). El contagio a los mercados de crédito en forma bajadas de calidad crediticia de muchos emisores/emisiones y la posible entrada en default (impago) de las compañías más cíclicas y endeudadas serían casi inmediatos, pudiendo ocasionar un colapso del crédito o credit crunch como el que padecimos cuando quebró el banco americano Lehman Brothers.
Conclusión optimista pero cautelosa
Se presenta el año 2020 como un ejercicio más favorable para los activos de riesgo (Bolsa, bonos de alto rendimiento y emergentes) que para las inversiones típicamente conservadoras (depósitos y renta fija tradicional). No obstante, además de los riesgos citados en esta columna y la de la semana pasada, existen elementos de incertidumbre ligados a factores como el envejecimiento de la población, la utilización de los recursos, la disrupción tecnológica y el aumento del proteccionismo que no podemos dejar de lado y que obligan a los inversores a ser especialmente cautelosos.
Por no hablar de las elecciones de noviembre a la presidencia de Estados Unidos en las que una derrota de Trump por la probable candidata demócrata Elizabeth Warren, podría provocar caídas en la confianza de empresas y consumidores por esperar más impuestos y regulación, así como un descenso en las ofertas de empleo. No nos vamos a aburrir.
En la próxima entrada de este blog, ya en 2020, trataré de la cartera modelo para el nuevo ejercicio.
Asesórense bien y sean prudentes.