Todos los medios de comunicación se están haciendo eco del décimo aniversario de la caída del banco de inversión Lehman Brothers que desencadenó la crisis financiera que estuvo a punto de acabar con el sistema bancario en la mayoría de los países desarrollados. El germen de todo fue que los bancos tenían demasiada deuda y poco capital. La situación del sector financiero ha cambiado mucho con nuevas normativas y un mayor control por parte de los reguladores. Sin embargo, el riesgo al que las economías se enfrentan hoy en día es mucho más difícil de gestionar. No son los bancos sino los Estados y muchas grandes empresas quienes podrían estar en el origen de la próxima gran crisis.
La deuda en la base de todo
El endeudamiento excesivo está en la base de todas las crisis económicas. Tras la debacle de Lehman con sus múltiples interconexiones financieras, los Estados comenzaron una cruzada de rescates para reflotar a un gran número de bancos que contaban con un elevado peso de activos tóxicos en sus balances (préstamos hipotecarios fallidos y deuda subprimede baja calidad ligada al sector inmobiliario). Como los impuestos que se recaudaban no eran suficientes para afrontar esos rescates, los Estados comenzaron a endeudarse a gran velocidad y a intervenir en los mercados de renta fija llevando los tipos de interés de los distintos plazos al entorno del 0%.
Con tipos de interés bajos durante tanto tiempo aumenta el apalancamiento
El entorno de tipos a cero en el que se han movido las economías (Europa y Japón todavía lo hacen) ha impulsado a muchas empresas a endeudarse de forma creciente. La deuda de las compañías del S&P 500 alcanza el 34% de media sobre sus activos totales (según datos de The Economist), lo que supone el nivel más alto desde el año 2000. El capital riesgo también ha incrementado su apalancamiento y cuenta con niveles de deuda superiores a los de hace 10 años.
Pero lo peor está en los Estados. La necesidad inyectar dinero en las entidades financieras y en la economía en general obligó a muchos Gobiernos a endeudarse de manera acelerada y en elevada proporción sobre su PIB. Por ello, la deuda emitida por los principales países desarrollados supera de largo el 100% de su PIB (Japón 236%, Italia 132% y EEUU 107%, por citar algunos en posición destacada).
Lo anterior ha conducido a losBancos Centrales a aumentar sus balances y a bajar los tipos de interés, quedándose sin capacidad de maniobra para afrontar futuras crisis. De ahí las subidas de tipos de la Reserva Federal (FED) durante los últimos dos años con objeto de recuperar su armamento monetario.
La guinda de los excesos la ponen los bonos privados: la menor rentabilidad que los inversores pueden obtener en los mercados de renta fija ha ocasionado una relajación en la asunción de riesgos por parte de emisores, compradores de bonos y, atención, también de reguladores que se muestran más permisivos a la hora de autorizar emisiones. De esta manera, en el mercado de renta fija global se aprecia cada vez peor calidad crediticia (rating medio más bajo) a tipos inferiores y con menor liquidez debido a la ausencia de tradingde muchos bancos hoy limitados en esta actividad por la nueva regulación post-Lehman.
Estrategias de salida
Para evitar que el endeudamiento general superior al de la crisis anterior deje con las manos atadas a las autoridades de los países cuando llegue una ralentización de la economía, es indispensable implementar estrategias de salida. Además de la citada política de subidas de tipos de la FED precedida por la progresiva reducción de compras de bonos en mercado abierto, el Banco Central Europeo (BCE), por su parte, debería afrontar cuanto antes la normalización de sus políticas monetarias. En su última reunión que tuvo lugar la pasada semana, la autoridad monetaria europea mantuvo los tipos oficiales en el 0% y la tasa de depósito en -0,4%, pero confirmó la reducción del ritmo de compras de activos hasta los 15.000 millones de euros desde los 30.000 millones actuales, asegurando que espera dar por finalizado el programa de compras de activos en diciembre.
Amenazas para la economía y los mercados
La evolución del crecimiento y de las economías de los países siempre está condicionada por elementos perturbadores. La importancia de los actuales no es pequeña: guerra comercial de la Administración Trump, erosión del crecimiento en China, crisis de divisas en varias áreas emergentes (Turquía y Argentina, entre otras), próximas elecciones en países claves en sus zonas (Brasil) y, para no ser menos en Europa, un país fundamental en la Eurozona como Italia amenazando con no pagar su deuda entre otros “regalos” financieros.
En este entorno nos movemos y puede pensarse que la próxima recesión podría ser incluso más grave y prolongada que la anterior. No obstante, como he insistido en entradas recientes de este blog, no se trata de salir corriendo y huir de todo lo que huela a riesgo, pero sí de revisar los pesos en cartera de los activos potencialmente más volátiles y con elevada beta, impulsar la diversificación por tipos y subtipos de activo y contar con elementos de cobertura que puedan compensar en contextos adversos de mercado.
Asesórense bien y sean prudentes.